DICCIONARIO BÍBLICO ADVENTISTA DEL SÉPTIMO DÍA Contenidos - Contents EL DICCIONARIO BÍBLICO ADVENTISTA DEL SÉPTIMO DÍA
Traducción de varias palabras hebreas y griegas. Cuando se refiere al "derecho" en el sentido de facultad o autoridad, se usa más de 30 veces el vocablo heb. mishpât, "juicio", "deber", "sentencia", "derecho", "lo correcto" (Ex. 23:6; Nm. 27:11; Dt. 16:19; Job 31:13; etc.); también se usan los términos heb. jôq o juqqâh, "asignación", "mandato (decreto)" (Lv. 10:15; 2 R. 17:37; Is. 24:5); dîn (Est. 1:13; Pr. 31:5), y unas pocas veces tsedâqâh, "justicia", "derecho", "rectitud" (2 S. 19:28; Neh. 2:20, Is. 5:23; Ez. 18:5, 19, 21, 27 y 33:14, 16, 19). En caso del derecho de primogenitura se usa el heb. bek^râh, "primogénito", "primogenitura" (1 Cr. 5:1, 2); y en el caso del derecho de redención, se emplea la palabra ge*ullâh, "redención", "derecho de redimir" (Rt. 4:6). Véase Adopción. En el NT la palabra traducida "derecho" es siempre el término gr. exousía, "poder", "autoridad", "derecho", "libertad" (1 Co. 9:4-18; 2 Ts. 3:9; He. 13:10; Ap. 22:14). Cuando se trata de la mano derecha o la dirección correspondiente a la derecha, por lo general se usa la palabra heb. yâmîn (Gn. 13:9; Ex. 14:22; etc.) y la gr. dexiós (Mt. 5:29; Ap. 5:1; etc.). Véase Reposo. Traducción de varios términos hebreos y griegos. En el NT generalmente del gr. epithunila, que se usa tanto en sentido positivo (Lc. 22:15; Fil. 1:23; 1 Ts. 2:17) como en sentido negativo (Jn. 8:44; Ro. 13:14; etc.); el contexto aclara en qué sentido se usa. A menudo epithuía se traduce por "concupiscencia", evidentemente una pasión carnal y mala, como suele quedar claro por el contexto. El mismo término se usa para indicar el deseo desordenado de lo que posee otro, ya sea bienes o personas, que suele traducirse por "codicia". Véase Avaricia. Traducción del: 1. Heb. midbâr, "lugar", "silvestre", "pastura", "desierto" (1 S. 17:28; Sal 65:13 etc.); en síntesis, una región amplia y llana, adecuada para el pastoreo del ganado. El desierto de Judea (fig 161) es una región árida, montañosa, entre el cordón central de montañas y el Mar Muerto y el Jordán inferior 314 (Jue. 1:16). 2. Heb. 'arâbâh, "región árida", "desierto" (Am. 6:14; Is. 33:9; Jer. 2:6; etc.). Con el artículo identifica el Arabá* y el valle del cedrón* (najal hâ-'Arâbâh), una planicie que se extiende por muchos kilómetros al sur del Mar Muerto. 3. Gr. ér'mos, "desierto", "pastura", "región silvestre". Ninguna de estas palabras se refiere exclusivamente a una extensión de arena sin vida, sino en general a una región deshabitado y no cultivada, donde viven animales silvestres. También tienen un sentido figurado: indican privación, esterilidad, desolación (ls. 14:17; Os. 2:3; etc.). Vocablos sinónimos para "desierto" son: heb. tôhû, "vacío"; heb. tsîyyâh, "tierra árida"; heb. jorbâh, "desolación", "ruina"; gr. er'mía. En el AT también se emplea el término heb. yeshimôn, "desierto árido", que algunos eruditos tradujeron como Jesimón. A. De acuerdo con Nm. 21:20 y 23:28 sería un desierto ubicado en el extremo nordeste del Mar Muerto. B. Pero 1 S. 23:19, 24 y 26:1, 3 se refiere al desierto que estaba cerca de Zif y Maón, en el cual David se escondió de Saúl. Se lo podría ubicar al sudeste de Hebrón como yendo hacia el Mar Muerto. Otros eruditos piensan que Jesimón es simplemente otro nombre para el desierto de Judá. En la Biblia y en este Diccionario se mencionan los siguientes desiertos (véase bajo los nombres las explicaciones; agréguese "Desierto de/del"): Beerseba, Bet-avén, Cademot, Damasco, En-gadi, Etam, Gabaón, Judá (Judea), Maón, Moab, Parán, Shur, Sin, Sinaí, Tecoa, Zif y Zin. Acto de incapacitar a un animal cortándole los tendones de las patas. Josué y David incapacitaban así a los caballos de los carros enemigos (Jos. 11:6, 9; 2 S. 8:4; 1 Cr. 18:4). porque ellos no podían usarlos. Después que los israelitas comenzaron a emplear caballos en sus ejércitos, no siguieron más esta práctica. Los términos así traducidos generalmente designan la situación de falta de ropas (Gn. 2:25; 3:7; Job 1:21; Ap. 3:17; etc.). Algunos creen que estas palabras pueden a veces tener la connotación de estar vestido sólo en parte o pobremente. Tal concepto necesitaría, sin embargo, derivarse del contexto y no del sentido de la palabra en sí (ls. 20:2). Véase Abominación desoladora. Esta palabra aparece en los siguientes pasajes que se refieren a la preparación de los animales para los sacrificios: Lv. 1:6; 2 Cr. 29:34; 35:11-13. En Mi. 3:3 describe, en forma figurada, la avaricia y la ferocidad de los dirigentes de Israel para con el pueblo. La palabra hebrea es más elástica que la correspondiente española, y se la usa en otros pasajes para referirse al acto de quitarse la ropa, la armadura, etc. (1 S. 19; 24; 31:9; 1 Cr. 10:8; Job 19:9; etc.). Traducción del: 1. Heb. mezammer^th 1 R. 7:50: 2 R. 12:13; 25:14; 2 Cr. 4:22; Jer. 52:18). 2. Heb. malqâjayim (Ex. 25:38; 37:23; Nm. 4:9). Se refiere a los instrumentos que se usaban en el tabernáculo y el templo para poner a punto las luces del "candelabro". Se desconoce su forma exacta, pero generalmente se cree que los mezammer^th eran instrumentos de metal con forma de cuchara, que se ponían sobre los mecheros de las lámparas para privarías de oxígeno y apagar las luces. Los malqájayim posiblemente hayan sido instrumentos de metal parecidos a tijeras, para acortar las mechas cuando no ardían como correspondía. Exclamación usada por los amigos cuando parten o por un escritor en la conclusión de una carta. En Gn. 31:28 el término heb. nâshaq fue traducido correctamente es la despedida que se hace sin palabras, con un "beso". En el NT es traducción de varias palabras griegas: 1. Ronnumi, literalmente "ser fuerte, firme" (Hch. 15:29; 23:30). 2. JáirÇ, literalrnente "regocijarse" (2 Co. 13:11; cf Hch. 15:29). 3. Apotássomai, "decir adiós (a)", "despedirse de" (Lc. 9:61; Hch. 18:21). En el Oriente el acto de desposar era un contrato que se consumaba con promesas solemnes y el pago de dinero, que solo se podía romper con el divorcio. Ciertas leyes relacionadas con los esponsales se registran en Dt. 22:23-29. A un hombre que se había desposado no se le exigía ir a la guerra (Dt. 20:7). Figuradamente, Dios describe al idolátrico reino de Israel del norte como una mujer adúltera, a quien él deseaba reconquistar y desposar consigo una vez más y para siempre (Os. 2:19, 20). En 2 Co. 11:2, Pablo se compara con el intermediario que, conforme a una costumbre muy antigua, arreglaba los esponsales, por cuanto él había concertado la ceremonia entre Cristo (el Novio) y la iglesia de Corinto (la novia). María, la madre de Jesús, estaba "desposada" con José cuando concibió a Cristo (Mt. 1:18; Lc. 1:27; 2:5). Generalmente se considera el nombre de una diosa semítica a quienes los israelitas apóstatas ofrecían libaciones 315 (ls. 65:11, 12). Esta diosa, considerada la personificación del Destino, aún no ha sido identificada en fuentes extrabíblicas. Véase Fortuna. Véase Deudor. Quien debe dinero u otra cosa. La palabra heb. jôb (Ez. 18:7) deja perplejos a los comentadores porque realmente significa "culpa"; sin embargo, el contexto implica que hay una deuda. Relacionado con esto, en Dt. 15:2 se emplea un giro hebreo que significa "el dueño de la mano que presta", que la NBE tradujo como "acreedor". En el NT la palabra griega que se usa generalmente para "deudor" es ofeilé (Mt. 6:12; Ro. 1:14; 8:12; etc.), que también se puede referir a cosas que no son dinero. Para deuda se emplea el vocablo gr. grámma, "un escrito". Puede ser cualquier clase de registro: una declaración o un documento de obligación hacia alguien (Lc. 16:5-7). Véanse Año sabático; Préstamo. Gadita (Nm. 1:14; 7:42; 10:20) llamado Reuel en 2:14, tal vez como resultado de una confusión entre las letras hebreas d y r, que tanto en la caligrafía preexílica como la postexílica son muy parecidas. El Pentateuco Samaritano dice "Deuel" en el v 14, pero la LXX y la versión siriaca dicen "Reuel". Véase Reuel 3. Nombre que se da a ciertos libros, o adiciones a libros, que desde su origen no fueron considerados por todos como inspirados, y que judíos y protestantes los rechazan del canon de la Biblia. Sin embargo, la Iglesia Católica -apoyándose en tradiciones apostólicas y patrísticas- los considera canónicos ("verdadera y auténtica palabra de Dios"); fueron declarados libros inspirados por los concilios de Trento (1545-1563) y Vaticano I (1869, 1870). En las Biblias de edición católica, libros deuterocanónicos son: Tobías, Judit, 1 y 2 Macabeos, Sabiduría, Eclesiástico y Baruc, y las adiciones a Ester (véase BJ, p 541, al pie) y Daniel (BJ, p 993, 2a columna). Véanse Apócrifos; Seudoepigráficos. Quinto de los 5 libros del Pentateuco. En las biblias hebreas lleva el título 'Êlleh haddebârîm, "Estas (son) las palabras", la frase inicial del libro. El nombre de nuestras versiones españolas nos llega, a través de la Vulgata latina, del título en la LXX: Deuteronomion, "Segunda ley" o "Repetición de la ley", tal vez sacado del cp 17:18 (donde aparece la expresión "una copia de esta ley"). Antiguas tradiciones hebreas unánimemente atribuyen el libro a Moisés. Nuestro Señor y varios escritores del NT lo citan o aluden a él unas 100 veces, a menudo comenzando la cita con expresiones como "Moisés nos escribió" (Mr. 12:19). Los eruditos críticos modernos niegan la autoría de Moisés y atribuyen el libro en su forma actual a diversos escritores y editores a través de varios siglos. Para un estudio de estas teorías y una refutación detallada, véase CBA 5: 150-176. Como se afirma en Dt. 1:1-5, los 40 años de peregrinación* por el desierto están en el pasado, e Israel ha acampado al este del río Jordán frente a Jericó, en la tierra de Moab (cf Nm. 25:1). La conquista de la región al este del Jordán ya se ha completado (Dt. 1:4), y por unos 2 meses (v 3; cf Jos. 4:19) se hacen preparativos para la invasión de Canaán, al oeste del río. Durante ese tiempo Balaam intenta maldecir a Israel, por pedido de Balac, rey de Moab (Nm. 22-24); 24.000 personas mueren como resultado de la apostasía (cp 25); Josué es nombrado sucesor de Moisés (Nm. 27:18-23; Dt. 1:38); y allí muere Moisés (Dt. 34). Pero, lo más importante es que Moisés presenta 3 discursos resumiendo las experiencias y las enseñanzas del éxodo, repasa las leyes ya reveladas y en vigencia, y escribe esos discursos y leyes (31:24-26). La generación que salió de egipto ha muerto en el desierto y ha surgido una nueva. Antes de entrar a la herencia prometida, la tierra de Canaán, y ante la ardua conquista, necesitan un concepto claro del propósito de Dios al darles la tierra y al echar a sus habitantes. También necesitan comprender claramente lo que Dios espera de ellos una vez que estén en posesión del país, y de las leyes que deben regular su conducta. Finalmente, el pueblo renueva el pacto hecho en el Sinaí con sus padres (Dt. 5:1-3; 29:1). Mientras en Exodo, Levítico y Números es Dios el que entrega las leyes a Moisés en diversas ocasiones, aquí Moisés ocupa su lugar como legislador siguiendo las órdenes divinas (1:1-4; 5:1; 29:1). El propósito del libro es inspirar una lealtad inteligente a Dios, mediante el repaso de su conducción providencial en tiempos pasados y mediante una exposición de sus santos preceptos. El elevado tono espiritual del libro es evidente por el hecho de que cuando Jesús fue llamado a resumir los requerimientos divinos, citó como "el primero y 316 grande mandamiento" un pasaje de Deuteronomio (6:5). El principio presentado en este mandato se repite una y otra vez en el libro (10:12; 30:6). El código de leyes registrado en Deuteronomio aplica los principios del Decálogo -amor a dios y amor por los semejantes- a las circunstancias bajo las cuales Israel habría de vivir en la tierra de Canaán. El tema del libro es la relación singular de Israel, como pueblo especial, con un Dios singular. Al seguir este tema, Moisés puso gran énfasis en el monoteísmo: es decir, en que hay un solo Dios verdadero (4:35, 39; 6:4; 10:17; 32:39); en la soberanía suprema de Dios en el cielo y en la tierra (7:19; 10:14); en su bondad y fidelidad (7:6-9; 28:58; 32:6); y en su demanda rigurosa de la adoración y servicio exclusivos (7:4; 29:24-26; 31:16, 17). La gran frase clave del pueblo judío a través de los siglos y milenios -"Oye, Israel: Jehová nuestro dios, Jehová uno es"- está tomada del cp 6:4. Además, Dios había escogido a Israel para "serle un pueblo especial, más que todos los pueblos que están sobre la tierra" (7:6), y generosamente los invitó a entrar en una relación de pacto con él (vs 6-13). Mediante el pacto habrían de llegar a ser herederos de todas las promesas hechas anteriormente a sus padres (4:31; 7:12; 8:18-1; 29:13) y a establecerse como representantes especiales de Dios ante las naciones de la tierra (Dt. 4:6-9; 28:1-14). Bendiciones sin precedentes serían derramadas sobre ellos -como resultado de su obediencia- con el propósito de demostrar la superioridad de la adoración y el servicio al verdadero Dios por sobre todos los dioses falsos (28:1-14), y maldiciones correspondientes si fracasaban en el cumplimiento de los requisitos del pacto en el que habían entrado voluntariamente (27:14-26; 28:15-68). Desde que fue escrito, el Deuteronomio ha sido considerado por el pueblo judío como la suprema revelación de la voluntad divina para ellos como nación, y recibió un lugar de honor especial junto al arca del pacto (31: 25, 26). Después de un breve prefacio histórico (Dt. 1:1-5), Moisés presenta el 1o de los 3 discursos (cps 1:6-4:49). Este discurso es básicamente un repaso de los acontecimientos que ocurrieron desde la salida de Israel del monte Horeb, 38 años antes, y de instrucciones de naturaleza general previendo la entrada en Canaán. Repasa el mandato de dejar Horeb y salir hacia la tierra prometida (1:6-8), los arreglos administrativos para el viaje (vs 9-18) y el desastre de Cades-barnea que obligó a la peregrinación por el desierto (vs 19- 46). Luego cuenta, brevemente, los hechos que ocurrieron durante ese período de peregrinación por territorios que no habrían de ser su posesión, hasta que el pueblo llegó al río o arroyo de Arnón (2: 1-23). Después, con más detalles, relata la conquista de las regiones al este del Jordán que pertenecían a Sehón, rey de los amorreos, y a Og, rey de Basán (2:24-3:11). Esta tierra fué entregada a los rubenitas, los gaditas y la media tribu de Manasés (3:12-17), y se hizo provisión para que las tribus ya asentadas ayudaran a sus hermanos en la conquista de la tierra al oeste del Jordán (vs 18-20). Moisés también cuenta de su pedido para participar en la conquista de Canaán, y de la negativa de Dios a permitirlo (vs 21-29). Apropiadamente, entonces, exhorta al pueblo a ser fiel, puesto que muy pronto tendrán que seguir sin él (4:1-40). Luego continúa con un breve interludio que informa de la designación de 3 ciudades de refugio en la tierra ya dominada, y una declaración de la total posesión del territorio al este del Jordán (41-49). El 2º discurso, presentado en una ocasión posterior, ocupa los cps 5:1-26:19, la porción más grande del libro. Primero Moisés relata las majestuosas circunstancias en las que Dios entregó el Decálogo desde las alturas del Sinaí (5:1-5), lo repite (5:6-21) con ligeras variantes en las palabras con respecto a la versión registrada en Ex. 20:3-17, y enfatiza la importancia de una estricta obediencia basada en el amor a Dios (Dt. 5:22-33). A continuación, sigue una ferviente amonestación a observar todos los preceptos que está por presentar, que le habían sido revelados, y a aplicar los principios del Decálogo a las circunstancias bajo las cuales la gente tendría que vivir en la tierra de Canaán (6:1-25). Luego expone la singular relación de Israel con Dios como pueblo escogido, resumida en la relación de pacto, y sobre esta base prohibe estrictamente cualquier asociación con los pueblos paganos de Canaán y toda otra asociación que tienda a apartar a Israel de su privilegio especial y de su solemne responsabilidad de representar al verdadero Dios (7:1-15). Se bosquejan ciertos detalles con respecto a la conquista y el establecimiento, y se asegura el éxito, sujeto a la lealtad de parte de Israel (vs 16- 26). El cp 8 constituye una exhortación a mantener a Dios en 1er lugar en los afectos y en la vida diaria (8:1-20). Al contar repetidos incidentes de apostasía desde la salida de Egipto, Moisés amonesta al pueblo a la humildad y la lealtad (9:1-10:11). Enfatiza la apostasía en el monte Sinaí, con el becerro de oro, como un ejemplo de lo que Israel debe, a toda costa, evitar en lo futuro. Luego sigue otro llamamiento 317 fervoroso a amar a Dios y a obedecerlo con todo el corazón (10:12-11:32). En la siguiente sección del discurso, Moisés repasa y comenta los preceptos religiosos y las provisiones reveladas en el monte Sinaí (12:1-16:17). Israel debe destruir todo vestigio de adoración pagana y establecer un centro especial para la adoración del verdadero Dios, y los falsos profetas deben ser apedreados hasta morir (cps 12 y 13). La gente debe evitar las costumbres paganas (14:1-21), y ser fiel en sostener la adoración de Dios mediante sus diezmos y ofrendas (vs 22-29). Se hace provisión para el año sabático y para las grandes fiestas anuales (15:1-16:17). La sección final y más larga es un compendio de leyes civiles y sociales (16:18-26:19). Se debe designar jueces (16:18-17:13), y cuando eventualmente se establezca una monarquía, ésta actuará sobre la base de las leyes promulgadas y sobre los principios del pacto (17:14- 20). Se debe entregar el liderazgo a los levitas y a los profetas divinamente comisionados (cp 18). Se hace provisión para la prevención de la distorsión de la justicia (19:1-13), y se codifican diversas leyes sociales y civiles (19:14- 25:19). Como una especie de posdata, Moisés vuelve al pacto entre Dios y su pueblo, y a la lealtad de ellos hacia él (cp 26). El 3º discurso centra su atención en la conservación de la relación de pacto y en su inviolabilidad (cps 27:1-30:20). Se hacen provisiones para la lectura de la ley y la erección de un monumento permanente sobre el que se deben inscribir sus disposiciones (27:1-13). En una solemne ceremonia el pueblo debe renovar sus votos de obediencia al pacto y a sus estipulaciones (vs 14- 26). Se bosquejan en detalle las bendiciones que han de seguir a la obediencia (28:1-14) y las maldiciones que acompañan a la desobediencia (15- 68). Además, Moisés exhorta a la obediencia y cierra su discurso con un tributo a la bondad divina y una apelación a permanecer leales a Dios (cps 29 y 30). En la sección final del libro (cps 31-34) Moisés hace arreglos para la conservación de la ley y encarga a los dirigentes la responsabilidad de enseñar sus preceptos al pueblo (cp 31), y designa a Josué como su sucesor (v 23). Alaba a Dios por su misericordiosa bondad y su conducción (32:1-43), dispone las cosas para su propia muerte (vs 44-52) y pronuncia su bendición final sobre las tribus de Israel (cp 33). Sube al monte Nebo, ve la tierra prometida, muere y es reemplazado por Josué (cp 34; véase CBA 1:967, 968; y las pp 1090 y 1091 con respecto a la autoría de los versículos finales de Deuteronomio) Aproximadamente, la duración de una rotación de la Tierra sobre su eje. Los hebreos calculaban el día calendario o civil de tarde a tarde (Lv. 23:27, 32; cf Gn. 1:5, 8, 13; etc.); es decir, de puesta de Sol a puesta de Sol (Lv. 22:6, 7; cf Mr. 1:32). Los babilonios también comenzaban sus días con la puesta del Sol; los egipcios lo hacían con la salida del Sol; los romanos los contaban a partir de la medianoche, de donde se deriva la costumbre actual. En tiempos postexílicos y del NT el día constaba de 12 horas* que se dividían en 4 partes (Jn. 11:9; cf Mt. 20:1-12): Hora prima (desde la salida del Sol (más o menos las 6) hasta las 9 de la mañana), Hora tercia (desde las 9 hasta las 12; Mt. 20:3; Mr. 15:25), Hora sexta (desde las 12 hasta las 3 (15); Mt. 20:5; 7:45; Mr. 15:33; Juan 4:6; 19:14), Hora nona (desde las 15 hasta la puesta del Sol (más o menos las 18); Mt. 20:5; 27:45, 46; Mr. 15:33, 34). Tales horas se contaban entre la salida y la puesta del Sol (llamado "día natural"), o entre el amanecer y la oscuridad de la noche* (cf Mt. 16:2; existían variaciones de duración según fuera verano o invierno). Generalmente, la "mañana" (heb b^qer) era hasta las 10, y el "calor del día" (mediodía; heb. tsohorayim; gr. mes'mbría) duraba hasta las 14. Es muy probable que Juan, al registrar los eventos finales del juicio y de la crucifixión del Jesús, usara el sistema de computar de los romanos (Jn. 19: 14; las 6 de la mañana según el sistema romano (a partir de la medianoche), las 12 del mediodía según el sistema judío). En la Biblia también se mencionan la hora séptima (Jn. 4:52, BJ; la 1 (13) de la tarde), la hora décima (1:39; las 4 (16) de la tarde) y la hora undécima (Mt. 20:6, 9; las 5 (17) de la tarde). Como "el día de conflicto" (Sal. 20:1), "el día del bien" (Ec. 7:14), el "día de salvación" (2 Co. 6:2), el "día de Jehová"* (ls. 2:12), etc. Medida de longitud antigua que describía la distancia que se recorría en un día (Gn. 30:36; Ex. 5:3; Lc. 2:44; etc.). En tiempos talmúdicos, de acuerdo con la The Jewish Encyclopedia (La enciclopedia judaica), era de 40 "caminos de un día de reposo", u 80.000 codos. Si calculamos el codo a razón de 44,45 cm cada uno, sería unos 35 km (unas 7 u 8 horas). Sin embargo, en la 318 práctica el camino recorrido en un día podía variar mucho según las circunstancias. Véase Sábado, Camino de un. En forma consecuente, tanto el AT como el NT usan esta y otras expresiones similares para indicar el tiempo cuando Dios interviene en los asuntos humanos para ejecutar juicios o castigos sobre los que hacen maldad y liberar a su pueblo de las manos de sus opresores. El día de la visitación divina sobre el Egipto antiguo (Jer. 46:10) y sobre Babilonia (ls. 13:6, 9) se identifica con "el día de Jehová" sobre las naciones, pero también es el día cuando Dios promete restaurar a Israel (Is. 14:1, 2; Jer. 46:27, 28). "El día de Jehová" también sería un día de juicio sobre su propio pueblo por causa de sus malos caminos (Jl. 1:15; 2:1), refiriéndose en particular a la cautividad babilónica (Sof. 1:7, 14, 18; 2:2). La expresión también llegó a usarse para el gran día final cuando Dios domine a las naciones rebeldes de la tierra y establezca a su propio pueblo en su dominio legítimo (ls. 2:2, 12; 34:8; Jl. 3:14; Abd. 15, 17; Zac. 14:1; Mal. 4:5). Como día de juicio sobre los que hacen maldad se lo llama "día de tinieblas" (Jl. 2:1, 2; Am. 5:18-20), oscuro por causa de la ira divina (Ez. 7:19). Los escritores del NT también pintan el día de Jehová como un "día de ira" (Ro. 2:5, 6) y el "día del juicio" (Mt. 10:15; 2 P. 3:7). Se refieren a él como "el día del Señor Jesús" (2 Co. 1:14), "el día de Jesucristo" (Fil. 1:6) o sencillamente como "el día de Cristo" (v 10). En vista de que la historia de la tierra llegará a su fin en ese tiempo -sería el último de este mundo actual-, se lo llama "el gran día" (Jud. 6), "aquel día" (Mt. 7:22; 1 Ts. 5:4) o sencillamente "el día" (1 Co. 3:13). "El día de Jehová" es principalmente el momento cuando aparecerá Jesucristo para llamar a los justos de sus tumbas (Jn. 6:39), para purificar la tierra con fuego (2 P. 3:7-12) y para establecer su reino eterno de justicia (Mt. 25:31, 34; cf 2 P. 3:13, 14). Véase Día del Señor. Véase Sábado. En la Biblia se presenta frecuentemente el concepto de que Dios entra en juicio con los habitantes de la tierra. Enoc, "séptimo desde Adán", presentó al Señor viniendo para ejecutar juicio sobre todos (Jud. 14, 15). Isaías describió a Dios al venir con fuego para hacer juicio (Is. 66:15, 16), y el profeta Jeremías describe el momento majestuoso en que "Jehová rugirá desde lo alto" y "tiene juicio contra las naciones" (Jer, 25:30, 31). Daniel previó el tiempo cuando "el Juez se sentó, y los libros fueron abiertos" (Dn. 7:10), y en lenguaje místico Joel profetizó que Dios se sentará "para juzgar a todas las naciones de alrededor" (Jl. 3:12; cf vs 13-16). Con frecuencia Jesús se refirió al juicio final. Declaró que las antiguas Sodoma y Gomorra serían tratadas con más lenidad en el juicio por rechazar la luz que tuvieron, que las ciudades de sus días que lo habían despreciado (Mt. 10:11, 14, 15); y que las ciudades paganas de Tiro y Sidón recibirían una condenación menor que Corazín, Betsaida y Capernaum, que lo rechazaron (Lc. 10:13-15). Afirmó que los hombres darán cuenta de "toda palabra ociosa" en el juicio (Mt. 12:36; cf 16:27; 24:30, 31; 25:31-46; Mr. 8:38; Lc. 9:26; etc.). Pablo declaró que Dios ha designado un día en que juzgará al mundo (Hch. 17:31). Predicó del juicio venidero a Félix con tanta convicción que el procurador romano tembló (24:25). Mostró que la convicción de un juicio futuro se encuentra implantada en la conciencia humana (Ro. 1:32; 2:14- 16), y que para los malos la perspectiva de un juicio futuro es temible (He. 10: 26, 27). Pedro notó que tanto los ángeles malos como los impíos están reservados para el juicio (2 P. 2:4, 9; 3:7; cf Jud. 6). Los santos han de participar en el juicio de ellos (1 Co. 6:2, 3). Ninguno puede escapar del juicio, porque todos deben comparecer ante "el tribunal de Cristo"; y las decisiones del juicio estarán basadas en lo que "cada uno... haya hecho mientras estaba en el cuerpo" (2 Co. 5:10; cf Mt. 7:16-20; Ap. 20:13). La norma del juicio es la "ley de la libertad" (Stg. 2:12; cf vs 8-11). El juicio de Dios será justo (Ro. 2:5; 2 Te. 1:5; cf Gn. 18: 25; Sal. 19:9), decisivo y de consecuencias eternas (He. 6:2; 9:27). En el juicio la vida entera estará abierta ante Dios (Ec. 12:13, 14; cf Lc. 12:2). Para un estudio de los diversos aspectos del juicio véase CBA 4:854-857; 7:842, 862, 863, 876. Con este nombre identifica Juan en Ap. 1:10 el día cuando estaba "en el Espíritu", es decir, cuando vio la visión registrada en el cp 1. Esta expresión, que aparece sólo en este lugar de las Escrituras, ha sido interpretado de varias maneras: En el AT (véase Jl. 2:11, 31; Sof. 1:14; Mal. 4:5) y en el NT (1 Ts. 5:2, 2 P. 3:10) "el día de Jehová" se refiere al tiempo cuando Dios destruirá el pecado y a los pecadores, y liberará a su pueblo. Los abogados de este punto de vista señalan que el Apocalipsis centra su atención en el 319 gran día final de Jehová, y en los eventos que lo anteceden. Traducen la frase gr. en t'´ kuriak'´ h'méra, "en el día del Señor", por "con respecto al día de Jehová". Sin embargo, la frase griega traducida como "el día de Jehova" siempre es t' h'méra (tóu) Kuríou (1 Co. 5:5; 2 Co. 1:14; 1 Ts. 5:2; 2 P. 3:10). Si hubiera sido la intención de Juan señalar que sus visiones tenían que ver con acontecimientos relacionados con el gran "día de Jehová", se podría esperar con cierto fundamento que usara la fraseología corriente de los escritores bíblicos para ese suceso. Sin embargo, en Ap. 1:1 ya había anunciado que el panorama de las visiones que había recibido abarcaba las "cosas que deben suceder pronto". En el v 9 se identifica, da el lugar donde recibió las visiones y explica por qué estaba allí. Por lógica, se podría esperar que en el v 10 se dieran más informaciones relacionadas con la recepción de la visión y no con su contenido. La evidencia textual, junto con la analogía de la Escritura, parece así eliminar la posibilidad de aplicar kuriak' h'méra al gran día de Jehová,* al fin de la era evangélica Inscripciones y restos de vasijas romanas con grabados de los tiempos del NT muestran que el adjetivo kuriakós se aplicaba al "tesoro imperial" y al "servicio imperial", que pertenecían al emperador como "señor" del imperio. Generalmente se llamaba kúros, "señor", al emperador. En consecuencia, su tesoro y su servicio eran el "tesoro del señor" y el "servicio del señor". Por tanto, algunos sugieren que kuriak' h'méra indica un día imperial, tal vez el del nacimiento del emperador o el aniversario de su coronación. Sin embargo, no se ha encontrado hasta ahora ningún ejemplo de su uso para tal expresión. Además, los judíos del s I d.C. y los cristianos, por lo menos en el s II d.C., rehusaron llamar kúrios al César. Por ello parecería poco probable que Juan se hubiera referido a un día imperial como "el día del Señor", especialmente en una época cuando él y sus hermanos cristianos estaban sufriendo amarga persecución por rehusarse a adorar al emperador como "señor". Bib.: FJ-GJ vii. 10. 1; El martirio de Policarpo 8. Según esta postura, kuriak' h'méra es una designación cristiana para el 1er día de la semana. Sin embargo, no hay evidencia alguna de que los cristianos de tiempos del NT usaran una sola vez la frase griega para identificar al domingo, aunque el término kuriak'´ sin h'méra se empleó algunas veces para designar al domingo en la literatura cristiana posterior. Los eruditos cristianos conservadores están de acuerdo en que Juan, autor del Apocalipsis, también escribió el 4º Evangelio más o menos en la misma época. Sin embargo, en Jn. 20:1 designa al domingo como "el primer día de la semana", el título corriente que usan todos los otros escritores del NT. La analogía de la Escritura también está en contra de la interpretación de kuriak' h'méra como el 1º día de la semana. Un examen del contexto, hecho sin prejuicios, de los pasajes del NT citados para apoyar esta interpretación no bíblica nuestra que los textos nada dicen sobre el tema de un cambio de día de reposo. En Mr, 2:27, 28 nuestro Señor declaró específicamente que él era el "Señor" del sábado (7º día de la semana). En el 4º mandamiento (Ex. 20:8-11) Dios especificó el 7º día de la semana como suyo en un sentido especial: "El séptimo día es reposo (sábado) para Jehová tu Dios" (v 10), y en Is. 58:13 y 14 categóricamente lo llama "mi día santo". La conclusión más lógica es que con la expresión "día del Señor" Juan estaba identificando al sábado, 7º día de la semana, como el día en que se le dio la visión descripta en Ap. 1. El 10º día del mes 7º (Etanim* o Tishri), el más solemne del año. En ese día todo miembro del pueblo de Israel no sólo debía abstenerse del trabajo, sino también afligir su alma (Lv. 23:27-32). Esto probablemente incluía el ayuno, ya que en tiempos del NT es evidente que se habla de este día como el del "ayuno" (Hch. 27:9). En él todos los pecados del año precedente eran finalmente eliminados en la ceremonia de la purificación del santuario (Lv. 16). Cuantos en ese día no afligían su alma eran cortados de Israel (23:29). El Día de la Expiación era para los judíos un día de juicio. Como lo describe su tradición posterior, todos eran juzgados el día de Año Nuevo, pero los que no eran notablemente buenos o desesperadamente malos tenían 9 días de gracia, hasta el Día de la Expiación, antes de que su suerte se sellara definitivamente (Talmud, Rosh Hashanah 16a). Otro acontecimiento importante relacionado con el Día de la Expiación era el sonar de las trompetas para anunciar el 50º año del ciclo de años sabáticos, el año del jubileo (Lv. 25:9, 10). Presumiblemente, entonces, en ese momento también comenzaban los años sabáticos que corrían en la misma serie con el año del jubileo. Los cultos y las ceremonias del Día de la Expiación representaban la purificación del pecado y la reconciliación con Dios (16:16, 33, 34). Las ceremonias comenzaban 320 con el baño del sumo sacerdote que se vestía ropas de lino fino (v 4) y ofrecía un becerro por sí mismo y por su casa como ofrecida por el pecado (v 6). Luego de esta preparación personal se sacrificaba un macho cabrío designado "por Jehová", previamente elegido por suertes de entre 2 obtenidos para las ceremonias (vs 5, 7, 8, 9). Después, en medio de nubes de incienso, que ascendían del altar que estaba delante del 2º velo (vs 12, 13), el sumo sacerdote entraba en el lugar santísimo y esparcía sangre (primero del becerro y luego del macho cabrío) sobre el propiciatorio (v 15) que cubría el arca (que en su interior tenía, entre otras cosas, las tablas del Decálogo; He. 9:4). De este modo, se limpiaba el lugar sagrado y se hacía expiación por los pecados del pueblo (Lv. 16:16). En forma semejante se purificaba el altar (vs. 18, 19). Más tarde, pero no hasta haber reconciliado el lugar santo, el altar y la congregación (v 20), las transgresiones se transferían ritualmente al macho cabrío designado "por Azazel"* (v 10), que luego era conducido al desierto (vs 20-22). El sumo sacerdote simbolizaba a Jesús, el Sumo Sacerdote del santuario celestial (He. 8:1); el sacerdote terrenal realizaba su servicio "como figura y sombra de las cosas celestiales" (v 5). El autor de Hebreos explica que, con eso de que el sumo sacerdote entraba sólo una vez al año en el 2º departamento del santuario, el Espíritu Santo daba a entender "que aún no se había manifestado el camino al Lugar Santísimo, entre tanto que la primera parte del tabernáculo estuviese en pie" (He. 9:8; véase CBA 1:786-794; 4:870, 871; 7:465-467, 470-472). También llamado Satanás,* el malo (Mt. 13:38), el enemigo (v 39). Se lo representa como un león (1 P. 5:8), una serpiente o un dragón (Ap. 12:9). Es el líder de todos los espíritus o ángeles caídos (vs 4, 7). Antes de su caída, en el cielo se lo llamaba Lucero* (ls.14:12- 14), y ocupaba la exaltada posición de querubín cubridor (Ez.28:14). El orgullo por la belleza y la sabiduría con que el Creador lo había dotado originalmente fue el responsable de su caída (vs 12,17). Es el autor del pecado (1 Jn. 3:8) y sedujo aproximadamente a un tercio de la hueste angélica (Ap. 12:4), con quienes fue echado del cielo (vs 8, 9). Se lo caracteriza como asesino y mentiroso (Jn. 8:44). Incita a los hombres a pecar (13:2) y luego los acusa delante de Dios como dignos de muerte (Zac. 3:1-4; Ap. 12:10). Procura su destrucción (1 P. 5:8). Entró al Edén bajo el disfraz de una serpiente y sedujo al hombre para que pecara (Gn. 3:1-6), lo que acarreó el pecado y la muerte sobre toda la raza humana (Ro. 5:12; cf 3:23). Desde entonces su obra ha sido la de entrampar, engañar, seducir y cautivar a la familia humana (2 Co. 11:3; 2 Ti. 2:26; Ap. 12:9; etc.). Arrebata la buena simiente de la verdad (Lc. 8:12), siembra cizaña (Mt. 13:38) y se disfraza como ángel de luz (2 Co. 11:14). Se amonesta a los cristianos a resistirlo, con la certera confianza de que huirá de ellos (Ef. 4:27; Stg. 4:7; cf Mt. 4:10, 11). A veces, los pecadores son llamados hijos del diablo en el sentido de que se asemejan a él en carácter, como un hijo se parece a su padre (Jn. 8:44-11 Jn. 3:8, 10); es en este sentido que Jesús se refirió a Judas como "diablo" (Jn. 6:70, 71). Cuando Pedro procuró apartar a Cristo de la cruz, realmente estaba colaborando con Satanás, y Cristo se dirigió a él como si fuera Satanás en persona (Mt. 16:23). Cristo vino para deshacer las obras de Satanás (1 Jn. 3:8); se enfrentó con él en lucha personal en el desierto de la tentación, y lo venció (Mt. 4:1-11). Cuando venga otra vez, Jesús destruirá al diablo en persona (Mt. 25:41; Ap. 20:10). Véase Demonio. El término aparece sólo una vez en el NT (Re. 16:1). Se menciona a Febe como diákonos de la iglesia de Cencrea. La palabra y su uso en este texto sugieren que el cargo de diaconisa se habría establecido en la iglesia cuando Pablo escribió Romanos. Dirigente de la iglesia cuyas cualidades se describen en 1 Ti.3:8- 13. Se acepta generalmente que Hch. 6:1-6 es un registro de la institución de este cargo o servicio, aunque no aparezca el título "diácono". Como resultado de las quejas de que las viudas de los judíos helenísticos en la iglesia de Jerusalén no estaban recibiendo lo que les correspondía en la distribución diaria, se eligieron "siete varones de buen testimonio" para supervisar la distribución de la ropa, la comida, etc, (vs 3, 5, 6). Estos hombres no se limitaron a esas tareas, también trabajaron activamente en la evangelización (v 8; 8:5, 26-40). En ciertas iglesias protestantes de hoy los diáconos son una orden inferior del clero en vez de laicos (asignados para atender principalmente los asuntos temporales de la iglesia) y pueden oficiar como pastores. Las cualidades para ser diácono, como las describe Pablo en 1 Ti. 3:8-10, 12, 13, son: ser honesto, sin doblez (como para no decir una cosa a una persona y una diferente a otra), no "dado a mucho vino", no codicioso y guardador con "limpia conciencia" de la verdad que le fue revelada. 321 Además, debe ser un hombre que ha demostrado su capacidad y que en su vida de familia ha sido un ejemplo, esposo de una sola mujer y que gobierna bien su casa. Traducción del: 1. Heb. nêzer (del verbo n>zar,"consagrar"), "corona"* (Ex. 29:6; 39:30; Lv, 8:9; Zac. 9:16; etc.). 2. Heb. ts>nîf, "diadema", "turbante" (Job 29:14; Is. 62:3). 3. Heb. tif'>r>h, una palabra de significado incierto, pero que en el díptico poético aparece como sinónimo de "corona" (Is. 28:5). 4. Heb. 'at>r>h, por lo general traducido "corona" en la RVR (Ez. 16:12). 5. Heb. keter (del verbo k>tar, "cercar"), corona de la reina persa, cuya forma era redonda (Est. 1:11; etc.). 6. Heb. tsTts, lámina de oro puro sujeta al tocado del sumo sacerdote (Ex. 28:36; etc.). 7. Gr. diádema (Ap. 12:3; 13:1; 19:12), "corona real", "diadema", un símbolo oriental de realeza, con la forma de una banda alrededor de la cabeza (figs. 162, 415). 162. Diadema egipcia real exhibida en el Museo de El Cairo. El buitre representa el Alto Egipto, y la cobra el Bajo Egipto. Carbono cristalizado, el más duro de los minerales (10 en la escala de Mohs). Es altamente apreciado como joya por causa de su brillo y su lustre, y como herramienta o abrasivo a causa de su extrema dureza. Sin embargo, los términos hebreos no designan al diamante, que en tiempos del AT no se conocía; cualquier traducción es puramente conjetural. Era la 3ª piedra de la 2ª fila del pectoral del sumo sacerdote (Ex. 28:18; 39:11), y una de las piedras preciosas que adornaban al "rey de Tiro" (Ez. 28:13, "jaspe" en la RVR). Sh>mîr probablemente sea el esmeril o el corindón.*
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jueves 11 de marzo de 2010
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