DICCIONARIO BÍBLICO ADVENTISTA DEL SÉPTIMO DÍA
Contenidos - Contents
EL DICCIONARIO BÍBLICO ADVENTISTA DEL SÉPTIMO DÍA
- Hin
- Hinom
- Hipocresía
- Hipócrita
- Hir
- Hira
- Hiram
- Hiram-abi
- Hisopo
- Historia
- Historia bíblica
Medida para líquidos tomada de los egipcios, que la usaron desde el Imperio Medio. De acuerdo con la tradición judía, el hin hebreo, usado principalmente para agua, vino y aceite, era equivalente a 1/6 de bato; o sea, 3,67 litros (Ex. 29:40; 30:24; Nm. 15:4, 5, 9; etc.).
Valle al sur de Jerusalén, mencionado como frontera entre Judá y Benjamín en el período de los jueces (Jos. 15:8; 18:16), que deja la ciudad totalmente en el territorio de Benjamín (cf Jer. 6:1). El valle también es llamado "valle del hijo de Hinom" (Jos. 18:16; 2 R. 23:10). El lugar ha sido identificado con el Wâd§ er-Rabâbeh, el amplio 549 valle que rodea a Jerusalén por el oeste y el sur (figs 260, 278). En este valle los israelitas sacrificaron a sus hijos ante Moloc en los días de Acaz y de Manasés (2 R. 16:3; 21:6; 2 Cr. 28:3; 33:6). Jeremías predijo que esta gran maldad produciría un doloroso castigo para los idólatras, y que el valle sería conocido como el Valle de la Matanza (Jer. 7:31-34; 19:2, 6; 32:35). En relación con su reforma religiosa, el rey Josías lo contaminó, probablemente al quemar huesos humanos sobre el altar pagano, como lo había hecho en Betel (2 R. 23:10, 16). De aquí que llegara a ser un lugar horrible, de castigo y vergüenza. Se desconoce la identidad del Hinom original, cuyo nombre tomó el valle. Si éste ya tenía ese nombre en ocasión de la invasión bajo Josué, habría sido un cananeo. Mapa XVII. Véase Infierno.
260. El valle de Hinom en Jerusalén, mirando hacia el sudeste. Corre hacia el sur, desde la izquierda hacia el centro de la fotografía, y luego torna hacia el este (cf fig 278).
Véase Hipócrita.
Alguien que pretende ser algo que no es, a menudo mejor de lo que es. En el AT se usa el vocablo "hipócrita" o "impío" para la palabra heb. jânêf, "impuro", "sin Dios"; el que se ha apartado de Dios más que quien ha sido un engañador. El sustantivo derivado jônef, "profano", "falso piadoso", está traducido correctamente como "impiedad" en la RVR (Is. 32:6). En el NT se usa "hipócrita" para la palabra gr. hupokrites (de la cual se deriva el término español), que los antiguos griegos usaban a menudo para referirse a los "actores", es decir, a quienes participaban en los dramas que tanto los entusiasmaban. Una palabra derivada es el sustantivo gr. hupókrisis, traducida como "hipocresía" (Mt. 23:28; Mr. 12:15; 1 P. 2:1; 1 Ti. 4:2; etc.).
Benjamita (1 Cr. 7:12), que algunos consideran es el Iri del v 7.
Amigo cananeo de Judá, originario de Adulam (Gn. 38:1, 12).
1.
Rey fenicio de Tiro que mantuvo relaciones cordiales con David y Salomón, y cuyo reinado se superpuso al de ellos (1 R. 5:1; 2 Cr. 2:3). Josefo afirma que era hijo de Abibaal, reinó 34 años y murió a la edad de 53 años. También afirma que el templo de Salomón fue comenzado en el 11º ó 12º año de Hiram. Sus afirmaciones cronológicas son difíciles de reconciliar con la evidencia bíblica, y todos los intentos para solucionar el problema han sido poco convincentes; por ello se debe suponer que las afirmaciones de Josefo son erróneas en parte. Después de la captura de Jerusalén, Hiram le proveyó a David madera de cedro, albañiles y carpinteros para ayudarle a construir su palacio (2 S. 5:7, 11). Cuando Salomón subió al trono, Hiram envió felicitaciones al joven rey (1 R. 5:1 ), y más tarde le proveyó madera de cedro y artesanos hábiles para construir más palacios y el templo (1 R. 5:1-12; 9:10, 11; 2 Cr. 2:3-16). Salomón también recibió de él un regalo de 120 talentos de oro (1 R. 9:14). Por los servicios prestados, Salomón pagó a Hiram con trigo, cebada, aceite y vino, productos de Palestina (1 R. 5:11; 2 Cr. 2:15); pero Hiram no aceptó 20 pueblos de Galilea que Salomón le ofreció como reembolso parcial por su ayuda (1 R. 9:10-13; 2 Cr. 8:1, 2). Unió sus fuerzas con las de Salomón en la organización de viajes comerciales a Ofir en busca de metales preciosos y productos tropicales exóticos (1 R. 9:26-28; 2 Cr. 9:21 ).
261. Antigua tumba-monumento cerca de Tiro, popularmente conocida como la "Tumba del rey Hiram".
Bib.: FJ-AJ viii.5.3; 3.1; FJ-AA 1.17, 18.
2.
Artífice enviado por el rey de Tiro a Salomón para ayudarle en la construcción y decoración del templo y la fabricación de sus muebles (1 R. 7:13-46; 2 Cr. 2:13, 14; 4:11, 16). La madre de Hiram aparentemente era danita (2 Cr. 2:14), y primero había estado casada con un hombre de neftalí, pero después de la muerte de su esposo se volvió a casar con uno de Tiro, quien llegó a ser el padre de Hiram (1 R. 7:13, 14). De este modo, Hiram era medio hebreo. Véase Hiram-abi.
3.
Descendiente de Benjamín (1 Cr. 8:5).
Según algunos eruditos, el nombre completo de Hiram* 2 (2 Cr. 2:13; 4:16). Como el término "padre" esta agregado a su nombre, otros comentadores lo consideran un título honorífico, que tal vez haya significado "maestro" (DHH) o "consultor".
Los términos hebreo y griego así traducidos muy probablemente se refieren a la mejorana o 550 mayorana de hojas verde-grisáceas. Es una planta pequeña con tallos vellosos que terminan en una masa de pequeñas flores blancas. Tiene un aroma acre y fragante, y su gusto se parece a el de la menta. Sus hojas y tallos son suculentos y en tiempos modernos la planta ha sido usada como una especia o condimento, y también en medicina. Se la encuentra por todas partes en Palestina, brotando entre las rocas, en las terrazas y en las paredes (1 R. 4:33). Además de su uso en los ritos de la Pascua (Ex. 12:22), el hisopo se empleaba en el día de la purificación de un leproso o de una casa (Lv. 14:6, 7, 49), en relación con la ofrenda de la becerra roja, y en la purificación de hombres y cosas que tuvieron contacto con muertos (Nm. 19:6, 17, 18). De acuerdo con Heb. 9:19 y 20, Moisés usó el hisopo en la ratificación del pacto. Para el salmista, el hisopo era un símbolo de purificación (Sal. 51:7).
Mucha discusión ha suscitado el término "hisopo" en Jn. 19:29, pues parecería que fuera parte de una planta de tallo largo. Algunos conjeturan que la lectura original debería ser hússos, "jabalina (venablo)", en vez de hússopos, "hisopo". En un manuscrito del s XI d.C. se lee, efectivamente, hússos. Otros conjeturan que tiene relación con el hisopo de la primera pascua (Ex. 12:22).
Bib.: PB 160-162, 222.
En el AT el término aparece en 2 Cr. 13:22 y 24:27 del texto hebreo (las otras citas - Gn. 37:2 y 1 R. 14:19 - emplean vocablos que en realidad no se atienen al significado que tiene para nosotros). La "historia" mencionada en los textos de Crónicas se referiría una narración religiosa cuyo propósito primario sería la de enseñar una verdad. En el NT se refiere tanto a una "historia" como a un "relato".
La limitación del espacio permitirá sólo un breve bosquejo del comienzo de la historia del mundo y del pueblo de Dios tal como se presenta en la biblia. Como los autores bíblicos registraron la historia desde el punto de vista del trato de Dios con su pueblo, sus registros proporcionan sólo un cuadro limitado del mundo antiguo. Algunos períodos se describen con gran detalle, mientras que otros apenas se esbozan. Este artículo sólo seguirá el tema principal de la historia bíblica, de modo que el lector que desea consultar algún tema de historia secular deberá remitirse a los artículos de este Diccionario que tratan de una nación específica (véase CBA 1:141-156; 2:19-102; 3:45-86; 5:19-45; 6:19-99).
La historia temprana de este mundo, que abarca muchos siglos, está comprimida en los primeros 11 capítulos del AT. Comienza con el relato de la creación* de este planeta en 6 días, y de la vida sobre ella (Gn. 1; 2:1, 4-7). El 7º día Dios descansó de su obra e instituyó el sábado como día semanal de descanso y adoración (2:2, 3). A la 1ª pareja humana -puesta en un ambiente ideal, el jardín del Edén*- se le encargó la administración del mundo que Dios había creado. Se les ordenó multiplicarse y llenar la tierra con sus descendientes (2:15, 21-25; 1:27, 28).
Sin embargo, por intermedio de la serpiente, Satanás* indujo a la mujer a desobedecer el mandato de Dios de no comer de cierto árbol. Persuadió a su esposo a que también comiera del fruto prohibido y, como resultado, ambos fueron expulsados del jardín y privados de la vida eterna (Gn. 3; 1 Ti. 2:14). Desde ese momento estuvieron obligados a vivir en condiciones diferentes, en un mundo arruinado por el pecado* (Gn. 3:16-19). Sin embargo, Dios les reveló el plan de redención (v 15), presentándoles la esperanza de recuperar el estado de inocencia que habían perdido. Algunos de los descendientes de Adán* fueron pastores nómades, o agricultores, y otros prefirieron vivir en ciudades (4:12, 16, 17, 20). Introdujeron la artesanía en metales e inventaron instrumentos musicales (vs 21, 22). Algunos de los descendientes de Adán adoraron a Dios, pero la mayoría se apartó de él, con el resultado de que en 10 generaciones la humanidad llegó a ser tan perversa que Dios decidió destruir al mundo mediante un diluvio,* conservando sólo a los justos. Finalmente, sólo 8 personas se salvaron, todos miembros de la familia de Noé* (6:5-8:22).
Después que el diluvio destruyó las obras de los hombres, cambió la superficie de la tierra y destruyó a todos los seres vivientes excepto a los que estaban en el arca, comenzó un nuevo capítulo en la historia humana: el mundo posdiluviano. De los 3 hijos de Noé (Sem, Cam y Jafet) proceden los semitas, los camitas y los jafetitas (Gn. 10:1, 32), de quienes descienden todas las razas de la tierra. El arca se detuvo en los montes de Ararat (Armenia; Gn. 8:4; cf 2 R. 19:37), y los descendientes de Noé se mudaron primero a los valles de los ríos Tigris y Eufrates. Los arqueólogos están de acuerdo en que en el valle de la Mesopotamia se encuentra la cuna de la civilización. Mapa IV.
Nuevamente, como había ocurrido antes 551 del diluvio, la maldad, el politeísmo y la idolatría se difundieron ampliamente. Los descendientes de Noé fundaron la ciudad de Babel,* en la que, con el fin de desafiar a dios y para glorificarse ellos mismos, se propusieron y comenzaron a construir una torre que llegara hasta el cielo. Pero Dios confundió sus lenguas y así los obligó a dispersarse en diferentes regiones de acuerdo con la familia de idiomas a las que pertenecían (Gn. 11:1-9). Esto pudo haber ocurrido en el tiempo de Peleg, la 5ª generación después de Noé (10:25). Por el tiempo en que nació Abrahán (c 1950 a.C.), la raza humana había aumentado al punto de que existían muchas naciones (12:6, 10; 13:7; 14:1, 2; etc.). Estas desarrollaron sus propias formas de civilización y de gobierno, construyeron ciudades, levantaron monumentos, como las pirámides, y comenzaron a adorar diversos dioses en numerosos templos y santuarios al aire libre. Llegaron a ser muy hábiles en diferentes artes y artesanías, como el trabajo de la arcilla, del tejido, de la escultura y de la metalurgia. Conocían el arte de escribir, que tal vez fue el invento más notable de todos. Con la aparición de Abrahán, el historiador bíblico abandona el registro de las demás naciones, excepto algunas referencias más o menos incidentales, y se dedica concretamente a Abrahán y sus descendientes. Véanse Abel; Caín; Enoc.
Los sucesos principales de los 430 años (c 1875-c 1445 a.C.; Ex. 12:40; Gá. 3:17) desde el llamado de Abrahán* a salir de Harán hasta el éxodo* están descriptos en los últimos 39 capítulos de Génesis y los primeros de Éxodo. Con el llamamiento de Abrahán, el centro de la historia bíblica se transfiere de Mesopotamia, donde primero vivió su familia patriarcal, a palestina, el país que Dios le había prometido. Abrahán, el hijo menor de taré, fue divinamente escogido para ser el antepasado del pueblo de Dios (Gn. 12:1-3). Su peregrinación por Palestina, sus pruebas y tentaciones, sus victorias y derrotas morales están registradas con cierto detalle, como también las experiencias en que demostró su fe sólida en el Todopoderoso, lo que le mereció el título de "amigo de Dios" (Stg. 2:23; cf 2 Cr. 20:7; Is. 41:8). Poco se dice de Isaac,* el hijo de Abrahán (Gn. 21:3), quien desempeñó un papel menos importante que su padre en el período patriarcal. Los mellizos de Isaac, Esaú* y Jacob* (25:21-26), muy diferentes en carácter (v 27), llegaron a ser los antepasados de los edomitas (36:1-9) y de los israelitas, respectivamente (cf Gn. 32:28; Ex. 1:1-7). La colorida narración de la vida de Jacob está presentada con muchos detalles. Sabemos cómo engañó a su hermano para quitarle las bendiciones, cómo tuvo que huir a Harán, cómo se casó con 2 hermanas (Gn. 25:29-35:21) y cómo estableció una familia numerosa, engendrando 12 hijos que fueron los antepasados de las 12 tribus de Israel (35:22 26).
Después del regreso de Jacob a Palestina, la historia se concentra en José,* el 11º hijo de Jacob. Vendido como esclavo por sus hermanos celosos, pasó por experiencias humillantes en Egipto* sin perder, sin embargo, su valor o su clara visión de su deber hacia Dios y los hombres, y finalmente fue llamado a ser Primer Ministro del país del Nilo (Gn. 37:3-36; 39:1 41:57). Esto ocurrió, evidentemente, en el tiempo en que los hicsos semíticos gobernaban Egipto. Durante un período de hambre, toda la familia de Jacob fue invitada por Faraón a mudarse a Egipto, invitación que aceptaron, estableciéndose en el fértil valle de Gosén en el Delta oriental (45:17-21; 46:28). Circunstancias favorables les permitieron llegar a ser un pueblo fuerte y rico en un período relativamente corto (Ex. 1:7).
Después de un tiempo, los egipcios se levantaron contra esos gobernantes extranjeros y expulsaron a los odiados hicsos del país, (1590 a.C.). Los nuevos gobernantes ya no favorecieron a los extranjeros semíticos; un faraón que "no conocía a José" (Ex. 1:8) comenzó a oprimir a los hebreos. Los egipcios quizá los asociaron con los hicsos, y temieron que se volvieran contra ellos si se producía otra invasión de asiáticos. Por ello, los redujeron a la esclavitud e intentaron disminuir su número matando a los niños varones (vs 9-16). Bajo estas crueles circunstancias nació Moisés,* el futuro líder de la nación (2:1, 2). Rescatado del Nilo por una princesa real, fue llevado después de algunos años al palacio y criado como un príncipe egipcio (vs 3-10). A la edad de 40 años (Hch. 7:23), Moisés decidió unirse a su pueblo oprimido para ser su líder. Sin embargo, en forma imprudente usó la fuerza, asesinó a uno de los opresores y fue forzado a huir del país (Ex. 2:11-15). Durante los siguientes 40 años vivió como pastor en Madián, en la Península de Sinaí, hasta que Dios finalmente lo llamó a liderar a su pueblo y le ordenó regresar para sacarlos de la tierra de Egipto (Ex. 3:1-4:17; Hch. 7:30-34).
Este período de casi 400 años (c 1445-c 1050 a.C.) está descripto en Ex., Lv., Nm., Dt., Jos., Jue. y 1 S.; en algunos casos es sólo un bosquejo. El éxodo fue uno de 552 los acontecimientos más notables de la historia hebrea; constituyó el nacimiento de Israel como nación. Lo precedió una revelación del poder supremo de Dios sobre los dioses y el pueblo egipcios mediante grandes plagas que los forzaron, humillados, a permitir que los hebreos salieran de su país con grandes riquezas (Ex. 5-13). Después de experimentar otra evidencia milagrosa del poder de Dios al cruzar el Mar Rojo (cp 14), los hebreos fueron conducidos al monte Sinaí donde, en medio de manifestaciones sobrenaturales, Dios se reveló a sí mismo en forma audible a ellos y les dio el Decálogo (cps 19 y 20). Los israelitas hicieron un pacto con Dios de que desde entonces él sería su líder, rey, juez y objeto de adoración supremos. Debían estar representados: 1. En asuntos religiosos por un sumo sacerdote hereditario y sacerdotes asistentes que servirían en el tabernáculo, el lugar de adoración de todos. 2. En asuntos judiciales y administrativos por un líder divinamente designado bajo quien 70 hombres servirían en cargos subordinados (Nm. 11:16, 24). El 1º sumo sacerdote fue Aarón (Ex. 28:1; 29:28), y el 1º líder administrativo fue Moisés (Nm. 12:7, 8). Este último cargo no era hereditario sino trasmitido por designación divina. El pueblo de Israel solemnemente entró en el pacto (Ex. 24:7; cf cps 20-23), pero casi inmediatamente lo violó al adorar el becerro de oro (32:1-35). Repetidamente provocaron a Dios a ira por sus quejas acerca de su liderazgo. Se rebelaron contra sus representantes y no siguieron sus instrucciones (Nm. 11:1-14:45; 16:1-17:13; etc.). Como resultado, su peregrinación por el desierto se extendió por 40 años, durante los cuales toda la generación que había salido de Egipto pereció en el desierto (Nm. 14:34, 35). Mapa V.
Rodeando Edom y Moab (Nm. 20:20, 21; 21:11,12) y conquistando los países de 2 gobernantes amorreos de la Transjordania (21:21-35), los israelitas finalmente llegaron al valle del Jordán y estuvieron listos para invadir Canaán, o Palestina occidental. Pero Moisés, el líder que los había conducido por 4 décadas, murió (Dt. 29:5; 32:48-52; 34:6). Entonces Josué,* el sucesor de Moisés divinamente designado, condujo a los israelitas a través del Jordán a Canaán (Dt. 31:3; 34:9; Jos. 3:7-17). Jericó, la primera fortaleza que bloqueaba su camino, cayó por intervención divina (Jos. 6). Campañas militares posteriores llevaron al ejército de Israel a las partes central, sur y norte del país (Jos. 7; 8; Nm. 21:1-3; Jos. 11:1-13; etc.). Sin embargo, los israelitas no erradicaron a los cananeos de todas sus ciudades, y al hacer pactos de amistad con algunas de las tribus palestinas desobedecieron las órdenes de Dios de no hacer tratados con los cananeos (Ex. 23:32; 34:12; cf Jue. 1). El país, incluyendo las secciones no ocupadas, fue dividido por suertes entre las 12 tribus de Israel (Jos. 13-21). Mapa VI.
Las poblaciones indígenas que quedaron en Canaán influyeron sobre los israelitas para que adoptaran prácticas religiosas paganas. Los hebreos erigieron muchos santuarios al aire libre, llamados "lugares altos", y también adoraron a muchos de los dioses locales, además del verdadero dios (1 R. 3:2; 2 R. 23:15; 2 Cr. 11:15; Os. 4:11-14; etc.). Como castigo por su apostasía, Dios permitió que naciones vecinas los oprimieran (Lv. 26:15, 25-33; Jue. 10:7, 9; etc.). Cuando el pueblo se arrepentía, generalmente Dios les daba un libertador (Jue. 2:16). Se los designaba shôfetím "jueces", aunque eran líderes que tenían en sus manos todo el poder administrativo, militar y judicial de Israel. Su cargo no era hereditario, y cada juez* era designado por Dios. La mayoría de ellos fueron hombres íntegros y de elevado carácter moral. El pueblo recayó repetidamente en la idolatría y la inmoralidad, que daban como resultado la opresión extranjera y, en consecuencia, la cesación de los cargos del juez (3:12-31; 6:1; 8:22; etc.). Estos fueron tiempos de condiciones sociales y políticas caóticas, de las que el libro de Jueces da varios ejemplos (véase 21:25). El último juez, Samuel,* fue sacerdote y profeta (1 S. 3:19,20; 12:18; 16:2,5). Durante su vida, por demanda popular y con el permiso de Dios, se instituyó la monarquía, y la forma teocrática de gobierno llegó a su fin (1 S. 8:4-22; 10:20-24). Véanse Lugar alto; los nombres de los jueces.
Previendo la monarquía, Dios, mediante Moisés, había dado indicaciones con respecto a la forma en que debían gobernar los futuros reyes (Dt. 17:14-20). Hacia el fin de la judicatura de Samuel, la nación creyó que monarcas hereditarios, por su continuidad, serían preferibles a un liderazgo teocrático esporádico como había tenido Israel durante el período de los jueces. Por ello exigieron un rey, y Dios les otorgó su deseo. Las fuentes para el período de la monarquía son los libros históricos de 1 y 2 S., 1 y 2 R., 1 y 2 Cr., con informaciones adicionales en algunos salmos y en libros proféticos como Is. y Jer.
Con la excepción de una breve interrupción después de la muerte de Saúl,* las 12 tribus de Israel 553 fueron gobernadas como una monarquía unida por unos 120 años. Saúl, el 1º rey, era benjamita (1 S. 9:1, 2); Gabaa,* su capital, un pueblo pequeño; su palacio, una fortaleza sólida pero sin pretensiones (1 S. 11:4; 2 S. 21:6). No dominaba mucho más que las regiones montañosas y el valle del Jordán, y no tenía una corte lujosa ni una gran servidumbre; en realidad, no era mucho más que un caudillo. Bajo la tutela de Samuel comenzó como un buen rey, y sus victorias militares sobre los enemigos de Israel dieron valor y esperanza al pueblo que había experimentado muchas humillaciones bajo las naciones vecinas (1 S.10:1-13; 11:6-15). Sin embargo, tenía un carácter terco y, al rehusar someterse completamente a la dirección de Dios y a cumplir las instrucciones divinamente asignadas, se produjo su caída y el rechazo de Dios (13:1-14; 15). Durante los últimos años de su reinado vivía obsesionado con la idea de matar a David,* en quien veía a un rival (16:14, 15, 23;18:6-12; 16:12,13). Mapa VII.
David, el 2º rey, fue mejor que Saúl. Era intensamente espiritual y tenía una fe profunda en Dios (Sal. 41;51-57; 60; etc.). También fue un guerrero valiente, un gran general, un administrador prudente y un político hábil (1 S. 17:39-54; 18:7, 14, 30; 1 Cr. 27; etc.). Conquistó Jerusalén y la hizo su capital (2 S. 5:6-10), y extendió su poder sobre regiones vecinas al territorio de su nación hasta que su reino llegó a los límites que Dios había planificado entregar a su pueblo (2 S. 8:3; 1 R. 8:65). Cuando David murió, después de un reinado de 40 años, dejó a su hijo un país respetado y temido por sus vecinos, libre de luchas internas y económicamente sólido. En general, David tuvo una influencia positiva sobre la vida espiritual de su pueblo. Hizo preparativos para la construcción del templo, reorganizó el culto en el santuario y compuso numerosos salmos. Mapa VIII.
Salomón,* hijo y sucesor de David (1 R.1:32-40), cosechó los frutos de los éxitos militares de su padre y gozó de un largo reinado pacífico (3:11-14; 4:20, 25), por lo que pudo usar los grandes recursos de la nación para edificar en escala no igualada todo tipo de construcciones y para organizar un grande y poderoso ejército (1 R. 10:26; 2 Cr. 1:14). Levantó palacios (1 R. 7:1, 2) y el magnifico templo de Jerusalén (cp 6), fortificó ciudades estratégicamente situadas y las convirtió en guarniciones (2 Cr. 8:1-6), explotó minas de cobre en Edom y construyó una refinería de cobre y centro de fabricación en Ezión-geber, a orillas del Golfo de Aqaba (1 R. 9:26-28; 2 Cr. 8:17, 18). Pero su idolatría tuvo un efecto pernicioso sobre sí mismo y sobre toda la nación y sus métodos despiadados de explotar los recursos humanos de la nación mediante trabajos forzados lo convirtieron en sumamente impopular y fueron la causa de la división del reino después de su muerte (1 R.11:1-11; 5:13-15; 9:15, 20, 21; 12:1-20). Mapa IX.
El reino de Israel, constituido por las 10 tribus del norte, sufrió mucha miseria y derramamiento de sangre durante los 2 siglos de su existencia. Veinte reyes de 10 dinastías diferentes ascendieron al trono, y muchos de ellos murieron en forma violenta. La nación tuvo a Samaria por capital (1 R. 16:23, 24, 29; 22:51; etc.). Las 10 tribus se entregaron a la idolatría: Adoptaron ídolos con forma de terneros en 2 santuarios (Dan y Betel), y más tarde se entregaron a la adoración de Baal* y de Asera* (12:26-30; 16:31, 32; 18:19). De este modo, por momentos la vida religiosa de la nación fue escasamente diferente de la de los pueblos paganos que la rodeaban. Si Dios no hubiera levantado unos pocos reformadores valientes como Elías y Eliseo (1 R.17:18; 2 R. 2:9-15; etc.), el reino tal vez ni siquiera hubiera durado tanto como duró. La nación no sólo era débil por su inestabilidad religiosa, sino que constantemente estaba en lucha contra una hueste de enemigos, entre los que se contaban los sirios de Damasco,* aunque los poderosos asirios eran los más peligrosos (1 R. 20:1; 2 R.15:19, 29; 17:3; etc.). Asiria* finalmente venció a Israel, y puso fin a la nación en el 723/22 a.C. (2 R. 17:5, 6). La mayoría de sus ciudadanos fueron llevados en cautiverio y absorbidos por las naciones entre las que vivieron.
Después de la separación de las tribus del norte, Roboam,* el hijo de Salomón, retuvo sólo a Judá y Benjamín (1 R. 12:21) con una 1/4 parte del territorio que su padre había dominado. Sin embargo, la dinastía de David se mantuvo estable, y siguió por 136 altos más que el reino del norte. Durante los 3 1/2 siglos de su existencia, 20 gobernantes (incluyendo a la reina Atalía) se sentaron sobre el trono.
Algunos, como Ezequías (2 R. 18:1-3) y Josías (22; 1, 2), fueron reyes buenos; mientras que otros, como Manasés (21:1, 2) y Amón (2 Cr. 33:21, 22), fueron tan malvados como los peores reyes de Israel. Sin embargo, como un todo, la nación sureña no llegó a las profundidades de la inmoralidad e idolatría de la norteña. La presencia del templo de Jerusalén, dedicado 554 a la adoración del verdadero Dios, y los ministerios de los grandes profetas como Isaías* (2 R. 19:2), Jeremías* (Jer. 37:1, 2) y otros, sin duda fueron responsables, en parte, de que Judá no se separara de Dios hasta el punto en que lo hizo Israel. El reino del sur, no tan expuesto como su nación hermana del norte, tuvo menos guerras durante el tiempo de su coexistencia, aunque tuvo su parte de luchas. Sin embargo, después de la caída de Samaria, Judá experimentó por lo menos 2 invasiones de ejércitos asirios; en consecuencia, llegó a ser una nación vasalla de los asirios (2 Cr. 28:19-21; 33:11). El largo reinado del malvado rey Manasés (33:1) llevó a la nación al borde de la destrucción política, y el desastre sólo se pospuso mediante la noble reforma del joven rey Josías* (cps 34 y 35). Después de su inesperada muerte, la nación invirtió otra vez el curso de los acontecimientos y abandonó a Dios (36:5, 9, 11-16). Por último, Judá llegó a ser vasalla de Babilonia,* pero se rebeló (2 R. 24:10-20). Los resultados fueron varias invasiones de los ejércitos caldeos, la destrucción del país y de Jerusalén, la erradicación de la reyesía y la deportación de una porción respetable de la población a Babilonia (2 R. 25; 2 Cr. 36:17-21; Jer. 39:1-10). Mapas X; XI, C-4. Véanse Nabucodonosor; los nombres de los diferentes reyes hebreos.
ACONTECIMIENTOS PRINCIPALES DEL IMPERIO PERSA Y DE JUDÁ
El último segmento de la historia del AT, que trata del exilio de Judá en Babilonia y de la restauración de la nación bajo los reyes persas, cubre un período de c 150 años. Ningún libro bíblico habla directamente de este período, pero los relatos del libro de Daniel arrojan algo de luz sobre él (cps 1-6), y ciertas fases del tiempo de restauración están descriptas en detalle en los libros de Esd., Neh. y Est. Los exiliados de Judá y de Benjamín tuvieron un fuerte líder espiritual en la tierra de su cautividad en Ezequiel (Ez. 1:1-3), que por precepto y por ejemplo alentó a sus desanimados y humillados compatriotas a buscar un reavivamiento espiritual, con el resultado de que la mayoría de los judíos que regresaron del exilio eran, en algunos aspectos, mejores hombres y mujeres que sus antepasados en cautiverio. Aborrecían la idolatría, y se unieron alrededor de las Escrituras y de la ley de Dios; probablemente fueron ellos quienes iniciaron una especie de culto en la sinagoga, que siglos más tarde fue un factor unificador entre los judíos de la dispersión (Esd. 6; 10; Neh. 9-13).
Cuando Ciro* de Persia conquistó Babilonia en el 539 a.C., aplicó una política de tolerancia religiosa hacia las naciones sometidas. Emitió un decreto que permitía a cualquier adorador de Dios -que incluía a los exiliados de Israel- a regresar a su tierra natal y reconstruir el templo y sus hogares destruidos (2 Cr. 36:22, 23; Esd. 1:1-4). Bajo la dirección de Zorobabel, un príncipe real de Judá (Esd. 2:1, 2; cf 3:2; 1 Cr. 3:17-19), unos 50.000 exiliados regresaron a Palestina (Esd. 2:64, 65), 555 quizás en el 536 a.C. Judá fue una provincia del Imperio Persa, parte de la gran satrapía de "más allá del río" (véase Abar Na-hara en el Mapa XII, C/D-5/6). El restablecimiento en la patria antigua se dificultó por la enemistad de los samaritanos y otros pueblos de Palestina, y la reconstrucción del templo se realizó bajo grandes dificultades. Finalmente se completó bajo el reinado de Darío I (515 a.C.; Esd. 6:15). Durante el reinado de Asuero* (Jerjes) se hizo un esfuerzo concertado para destruir a los judíos, pero salieron de la crisis más fuertes que antes, porque Dios resolvió la emergencia al permitir que la judía Ester llegara al palacio del rey como reina.
El sucesor de Jerjes, Artajerjes I, envió a Esdras,* un maestro de la ley de Dios, a Palestina con autoridad sobre el sistema admistrativo y judicial de Judá (457 a.C., Esd. 7:12-26). Esdras cumplió la orden real y reorganizó la administración civil en armonía con la ley de Moisés. Otros 5 ó 6.000 judíos regresaron con él de Babilonia a la patria de sus antepasados. Unos 13 años más tarde, Nehemías,* un copero real, fue designado como gobernador de Judá (Neh. 2:5-8). Completó la obra de reconstrucción de las fortificaciones de Jerusalén, y también fortaleció la vida religiosa de la nación por su profundo fervor espiritual y fuerte personalidad. Las actividades de Nehemías se describen en los últimos registros históricos que contiene el AT.
Es digno de notar que, como pueblo, los judíos postexílicos no reincidieron en los pecados de los antepasados preexílicos. La idolatría y el politeísmo nunca más se practicaron entre ellos. Después del exilio su religión fue puramente monoteísta, y los judíos hicieron serios esfuerzos por vivir en armonía con la ley de Dios. Sin embargo, cayeron en los pecados del legalismo y la justicia propia, los que, en siglos posteriores, fueron exhibidos plenamente por la secta de los fariseos (Mt. 23).
Hay escritos apócrifos que cubren los 4 siglos entre el tiempo de Nehemías y Malaquías y el nacimiento de Jesús, pero no podemos hablar de historia bíblica en ese período. Sin embargo, omitir esta parte de la existencia judía rompería su continuidad histórica. Por tanto, incluimos aquí un breve resumen, por la tiranía del espacio, aunque somos conscientes de la poca justicia que le hacemos a la rica historia de ese tiempo. El libro apócrifo de 1 Macabeos y los escritos de Josefo contienen información detallada con respecto a la parte final del periodo intertestamentario, pero se sabe muy poco de los judíos bajo los persas entre la administración de Nehemías y la llegada de Alejandro Magno, casi un siglo más tarde. Durante los 150 años siguientes vivieron bajo gobernantes macedonios, los Tolomeos y los Seléucidas, quienes heredaron el imperio dividido de Alejandro. Durante ese tiempo fueron guiados por sus propios sumos sacerdotes, con un reducido contacto con sus dominadores, 556 excepto por el pago del tributo del sacerdote-gobernante, hasta que Antíoco IV Epífanes hizo un esfuerzo decidido para imponer la helenización sobre la nación judía: prohibió la práctica de su religión y contaminó el templo con sacrificios paganos. La consecuencia fue la rebelión de Matanías y las guerras macabeas, que culminaron con la liberación del país y el establecimiento de un reino independiente bajo los sacerdotes-reyes asmoneos (macabeos). En el 63 a.C. los romanos, bajo Pompeyo, conquistaron Judea, aunque dejaron a los gobernantes asmoneos como reyes vasallos. En el 40 a.C. los romanos designaron a Herodes* el Grande como rey de los judíos; durante su reinado nació Jesús y comenzó la historia del NT. Véase Gobernador. Mapas XIII- XV.
Los 4 Evangelios* son nuestra principal fuente para la historia de la vida y el ministerio de Jesucristo, y el libro de Hechos* para la historia de la iglesia primitiva y la expansión del evangelio por todo el mundo. Algunas informaciones adicionales aisladas se pueden obtener de otros libros del NT. Todo este período abarca unos 100 años: desde c 5/4 a.C., fecha aproximada del nacimiento de Jesús. hasta c 95 d.C., cuando se escribió el último libro del NT.
Jesucristo* nació en Belén, pero se crió en la aldea de Nazaret, en Galilea (Lc. 2:1-7; Mt. 2:18-23). Poco se sabe de su vida hasta más o menos los 30 años, cuando fue bautizado por Juan el Bautista* en el Jordán (Mt. 3:13-17; Mr. 1:9-11; Lc. 3:21-23). Este acontecimiento señala el comienzo de su ministerio: la mayor parte la realizó en Galilea, aunque viajó mucho a Jerusalén, y también visitó Fenicia, el territorio del noreste del tetrarca Felipe y la Decápolis (Mt. 2:22; 4:23, 25; 16:13 etc.). Su obra consistió principalmente en enseñar, predicar y realizar milagros ("sanar"; Mt. 5:2; Lc. 3:18; 4:40; etc.). Reunió en torno suyo a un grupo de seguidores, de quienes escogió 12 y los adiestró plenamente para que continuaran la obra después de su partida (Lc. 6:13-16). Fue arrestado durante la fiesta de la pascua del 31 d.C., después de haber trabajado unos 3 1/2 años. Luego de ser acusado de blasfemia en una parodia de juicio, el Sanedrín lo sentenció a muerte (Mt. 26:47-66; Mr. 14:43-64; Lc. 22:47- 71; Jn. 18:1-24). Los líderes judíos consiguieron que su sentencia fuera confirmada por Pilato,* el procurador romano. Este aunque estaba convencido de la inocencia de Jesús, lo hizo crucificar (Mt. 27; Mr. 15; Lc. 23; Jn. 18:28-19:42). Resucitó al 3º día (Mt. 28:1-6 Mr. 16:1-6; Lc. 24:1-7; Jn. 20:1-9) y se encontró con sus discípulos en varias ocasiones para instruirlos respecto a su tarea futura como representantes de su reino (Mt. 28:16-20; Mr. 16:14-18; Lc. 24:36-48; Jn. 20:19-30). Después de prometerles que enviaría el Espíritu Santo,* ascendió al cielo desde la cumbre del monte de los Olivos (Lc. 24:49-51; Hch. 1:8, 9). Véanse Cronología (VIII, C); Evangelios, Armonía de los.
El Espíritu Santo prometido fue derramado sobre los apóstoles unos pocos días más tarde, el día de Pentecostés* (Hch. 2:1-12). Como consecuencia, su predicación fue tan poderosa que miles se convirtieron en un día (vs 41, 47). Por un tiempo, el evangelio fue predicado principalmente a los judíos, y sólo en casos excepcionales a los gentiles (Hch. 3:12-5:21, 42; 8:26-39; cps 10 y 11). Sin embargo, la persecución expulsó a los discípulos de cristo de Jerusalén, y el resultado fue que el mensaje de salvación se esparció por países y ciudades extranjeros, entre las cuales Antioquía, en Siría, llegó a ser un centro importante (8:1, 4; 11:19-25). Allí fue donde los seguidores de Cristo recibieron el nombre de "cristianos"* (v 26).
Durante el período de persecución que siguió al martirio de Esteban,* Pablo,* el fariseo, se convirtió milagrosamente cuando el Señor Jesús se le apareció cerca de Damasco (Hch. 9:1-19). Más tarde llegó a ser uno de los más ardientes seguidores del Maestro y el misionero cristiano de más éxito de todos los tiempos. Trabajó varios años en su Tarso natal, en Cilicia (Hch. 9:30 Gá. 1:21). Seguidamente trabajó con Bernabé* en antioquía y luego en Chipre y el sur del Asia Menor, donde fundaron varias iglesias (Hch. 11:25, 26; cps 13 y 14). Después regresaron a Antioquía, donde surgió la pregunta de si los cristianos gentiles debían guardar la ley ceremonial judía (14:25-28; 15:1). Para resolver este problema se realizó un concilio en Jerusalén (15:2, 6): se votó que la iglesia gentil estaba liberada de la obligación de guardar las leyes ceremoniales y los ritos del AT (vs 4-29). Fortalecidos por esa decisión, Pablo y Bernabé salieron otra vez, pero en viajes misioneros separados (vs 36-41). En este 2º viaje misionero Pablo llevó el cristianismo a Europa y fundó iglesias sólidas en varias ciudades importantes de Macedonia y Grecia (Hch. 15:40-18:22). Más tarde trabajó varios años en el oeste del Asia Menor, estableciendo su residencia en la metrópolis de Efese (18:23-20:38). Al regresar a Jerusalén, Pablo fue arrestado como resultado de las intrigas y la enemistad de judíos extranjeros (21:27-22:29). 557
CASAS HELENISTICAS REINANTES
558 Luego pasó 4 años como prisionero de Roma: los primeros 2 en Cesarea (24:27) y los últimos 2 en Roma (28:16, 30). Con el registro de este encarcelamiento se cierra la narración histórica de Lucas, pero por algunas de las epístolas de Pablo sabemos que recuperó su libertad y pudo seguir con sus actividades misioneras unos pocos años más, tras lo cual fue encarcelado nuevamente (2 T. 1:15; 4:10, 11, 16); luego murió en Roma como mártir, una tradición cristiana generalmente aceptada.
Poco se sabe de la vida y obra de los otros discípulos. Jacobo* (Santiago), el hermano de Juan, fue decapitado por el rey Herodes Agripa I (Hch. 12:1, 2). Hay tradiciones de que Pedro* trabajo con éxito como misionero cristiano en diferentes países antes de ser crucificado por Nerón en Roma, y que Juan,* el discípulo amado, se mudó a Efeso, y durante la persecución cristiana bajo el emperador Domiciano fue exiliado a la isla de Patmos. En esa isla escribió el Apocalipsis, en el que da un bosquejo profético de la historia de la iglesia cristiana y del mundo hasta el fin del tiempo (Ap. 1:9).
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