DICCIONARIO BÍBLICO ADVENTISTA DEL SÉPTIMO DÍA
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EL DICCIONARIO BÍBLICO ADVENTISTA DEL SÉPTIMO DÍA
Rey de Damasco y, antes de asumir el cargo, un alto oficial de Ben-adad II, a quien sucedió en el trono. Fue enviado a Eliseo, que estaba entonces en Damasco, para preguntarle si el rey se recuperaría de una enfermedad. Se le dijo que su amo moriría, que él llegaría a ser rey de Damasco y que cometería grandes atrocidades contra el pueblo de Israel. Al dar esta respuesta, Eliseo estaba cumpliendo un mandato divino que le había sido dado un tiempo antes por Elías (2 R. 8:7-13; 1 R. 19:15). Al oír las palabras del profeta, Hazael regresó al palacio, asesinó al rey y subió al trono (2 R. 8:14, 15). Su reinado duró de c 842 a c 805 a.C.
En sus guerras contra Israel, Hazaei hirió al rey Joram en Ramot de Galaad (2 R. 8:28, 29; 9:14,15), tomó de Jehú todos sus territorios de Transjordania (10:32, 33) y peleó contra Joacaz (13:3, 22). No fue hasta después de la muerte de Hazael cuando Israel se liberó del pesado yugo de los arameos (vs 24, 25). Judá también fue la meta de las conquistas militares de Hazael, y Joás de Judá pudo salvar a Jerusalén del sitio y posible captura sólo por el pago de un enorme tributo cuando los arameos estaban en campaña contra Gat (12:17,18). El profeta Amós llama a Damasco "la casa de Hazael" (Am. 1:4).
247. Pieza de incrustación de marfil del canapé del rey Hazael de Damasco. La inscripción lleva su nombre.
Hazael peleó 2 veces contra el rey Salmanasar III de Asiria, primero en el 841 a.C. y otra vez en el 838 a.C. Salmanasar pretende haber infligido un severo castigo a Damasco. Cuando la ciudad fue atacada por Adad-nirari III de Asiria, unos pocos años más tarde, Hazael (por alguna extraña razón mencionado como Mari en los registros asirios) pagó un pesado tributo para evitar la destrucción total. Entre sus componentes había una "cama (con incrustaciones) de marfil", según el registro asirio. Las incrustaciones de marfil de esa cama, inscriptas con el nombre de Hazael, fueron encontradas durante las excavaciones de Arslan Tash en el norte de Siria (fig 247).
Bib.: ANET 280-282.
Habitante de Judá cuyos descendientes vivieron en Jerusalén en tiempos de Nehemías (Neh. 11:5).
Lugar en la frontera noreste de la tierra de Israel según el plan original (Nm. 34:9), y de las visiones de Ezequiel (Ez. 47:17; 48:1). Esta frontera no fue lograda en la conquista de Canaán. El lugar ha sido provisoriamente identificado como Qaryatein, a unos 120 km al noreste de Damasco, en camino a Palmira.
Lugar en el sur de Palestina, cerca de Beerseba (Jos. 15:27); no identificado.
Lugar en Haurán, en la frontera noreste de la Canaán, de la visión de ezequiel (Ez. 47:16); no identificado.
Hijo de Joctán y antepasado de una tribu del sur de Atabia (Gn. 10:26; 1 Cr. 1:20) que dio su nombre a la región que ahora se llama Hadramaut. Mapa IV, D-6/7.
Pueblo en el sur de Judá, cerca de Beerseba, asignado a la tribu de Simeón (Jos. 15:28; 19:3; 1 Cr. 4:28). Fue reocupado después del exilio (Neh. 11:27). El sitio no ha sido identificado.
Pueblo en el sudoeste de Judá asignado a la tribu de Simeón (Jos. 19:5). Ha sido identificado con Khírbet Abã Sûsein, a unos 32 km al oeste de Beerseba.
Otro nombre para Hazar-susa* (1 C r. 4:31).
Mujer de Judá (1 Cr. 4:3).
Lugar donde los israelitas acamparon en el desierto entre Sinaí y Cades. Allí fue donde María y Aarón murmuraron contra Moisés (Nm. 11:35; 12:16; 33:17; Dt. 1:1). El sitio posiblemente se pueda identificar con 521 {Ain Kha8r~, a unos 59 km al noreste del monte Sinaí. Mapa V, D-6.
Nombre primitivo para En-gadi* 1 (Gn. 14:7; 2 Cr. 20:2).
Levita gersonita (1 Cr. 23:9). El nombre aparece en un tiesto inscripto de fines del s VIII a.C., encontrado en Nimrûd (la Cala bíblica), que menciona 10 nombres hebreos (presumiblemente israelitas) a quienes los asirios habían deportado a Cala después de la conquista de Samaria.
Hijo de Nacor (hermano de Abrahán) y de Milca (Gn. 22:22). Fue el antecesor de una tribu aramea, la que dio su nombre (Hazû) a una región montañosa del desierto de Siria.
Bib.: ARAB II:214.
1.
La más grande ciudad fortificada en el norte de Canaán. Tenía 73,7 ha de superficie (Samaria: 7,7; Laquis: 8,5; Meguido: 5,3). Se la menciona por 1ª vez en los textos cuneiformes de Ebla del período prepatriarcal. Aparece en los registros egipcios: primero en los textos de execración* del s XIX a.C., y luego en inscripciones de Tutmosis III hasta Ramsés III como 2dr. En las Cartas de Amarna* y en una tableta cuneiforme descubierta en Hazor aparece como Hazura, y en los archivos de Mari, sobre el Eufrates, como Hatsura. Su importancia en los períodos más antiguos se puede deducir del hecho de que es una de las 2 ciudades de Palestina mencionadas en los registros de Mari, que datan del período patriarcal; la otra es Lais. La ciudad fue tomada y quemada por Josué (Jos. 11:1-13; 12:19), y luego asignada a la tribu de Neftalí (19:36). Sin embargo, parece que los hebreos no pudieron retenerla por mucho tiempo, porque más tarde aparece como sede de un poderoso rey cananeo que por 20 años oprimió a las tribus del norte de Israel en el período de los jueces (Jue. 4:2, 3). Barac (un juez) y Débora (una profetisa) dirigieron a los israelitas en una exitosa guerra contra Jabín (rey de Hazor) y su comandante Sísara (Jue. 4:4-24). Muy probablemente esta Hazor es la fortificada por Salomón (1 R. 9:15), y cuya población Tiglat-pileser III trasladó a Asiria c 732 a.C. (2 R.15:29). Pero si bien Hazor fue totalmente destruida por Tiglat-pileser III en esa fecha, fue reedificada una vez más y habitada durante los períodos asirio, persa y helenístico.
248. Casa particular israelita, del s VIII a.C., excavada en Hazor.
El sitio que ocupaba fue identificado por J. Garstang en 1928 con el gran Tell el-Qeda1, o Tell Waqqâts, en la llanura de Hule. Desde 1955 hasta 1958 y otra vez en 1968 se llevaron a cabo excavaciones sistemáticas y muy exitosas bajo la dirección de Yadin. Los informes preliminares revelan que la ciudad tuvo una historia complicada antes que fuera abandonada finalmente (s II a.C.). Una destrucción de la ciudad, según los excavadores, ocurrió en el tiempo de Tutmosis III o Amenhotep II (s XV a.C.). Si el éxodo sucedió a mediados del s XV a.C. y la invasión de canaán en las postrimerías del mismo siglo (de acuerdo con la cronología adoptada en este Diccionario), la destrucción atribuida por Yadin a Tutmosis III o Amenhotep II bien podría asignársela a Josué. Los excavadores creen que una devastación posterior, que ocurrió en el s XIII, fue obra de Josué, pero parece igualmente razonable suponer que la causaron los israelitas bajo Débora y Barac. Es bien posible que Barac tomó Hazor después de destruir el ejército entero de Sisac, general de Jabín. Mapa VI, B-4.
Las excavaciones muestran que la ciudad fue reconstruida en el tiempo de Salomón como una ciudad fortificada, y que Acab y sus sucesores realizaron tareas adicionales de construcción. También expusieron a la luz 2 templos cananeos y muchos objetos de interés inusitado: estelas de culto, esculturas, una insignia de bronce recubierto de plata y algunos materiales con inscripciones entre otras cosas (figs 17, 248, 495). El descubrimiento más importante de la campaña de 1968 fue el sistema subterráneo de obtención de agua, construido durante el s IX a.C. Lo constituye un pozo cilíndrico de unos 16 m de diámetro y unos 30 m de profundidad. En el fondo del 522 pozo comienza un túnel inclinado, de unos 4,50 m de alto y unos 35 m de largo, que termina en un estanque situado al nivel normal del agua. Toda la instalación testifica de la importancia de Hazor en el tiempo de los reyes hebreos.
Bib.: Yigael Yadin, Hazor (Nueva York, 1975); EAEHL II:474-495.
2.
Lugar en el extremo sur de Judá, cerca de Cades-barnea (Jos. 15:23), que ha sido identificado con el-Jebarîyeh en el Wâd§ Umm Ethnân, a unos 26 km al noreste de {Ain Qudeirât y en el cual algunos ven el sitio de Cades-barnea.*
3.
Lugar en el sur de Judá, también conocido como Queriot-jezrón (BJ) o Hezrón (Jos. 15:25); no identificado.
4.
Aldea de Benjamín (Neh. 11:33), provisoriamente identificada con Khirbet Hazûr, a unos 6,5 km al nornoeste de Jerusalén.
5.
Localidad en el desierto de Arabia mencionado en relación con Cedar (Jer. 49:28-33); no identificado.
De acuerdo con la RVR, una ciudad en el sur Judá (Jos. 15:25); no identificada. Véanse Hadata; Hazor 4.
1.
Descendiente de Sem por línea de Arfaxad (Sem-Arfaxad-Sala-Heber), y antepasado de un grupo de naciones llamadas "todos los hijos de Heber" (Gn. 10:21, 24, 25), frase que probablemente significa "hebreos" en su sentido más amplio. A su posteridad pertenecían las tribus árabes joctanitas (vs 25-30) y las arameas por la línea de Nacor y de otros parientes de Abrahán (10:26-29; 11:16-27; 22:20-24), además de los descendientes de este patriarca (11:16-26), que incluían a los israelitas, los árabes ismaelitas, los edomitas y la sucesión de Cetura, la esposa posterior de Abrahán (25:1-6; 36:1-8, 43). En Nm. 24:24 el nombre Heber probablemente se usa en forma colectiva para todos estos pueblos. Heber está incluido en la genealogía de Jesús que da Lucas (Lc. 3:35). Véase Hebreo.
2.
Descendiente de Aser y fundador de una familia tribal (Gn. 46:17; Nm. 26:45).
3.
Descendiente ceneo de Hobab, cuñado de Moisés. Su esposa Jael mató a Sísara (Jue. 4:11-22).
4.
Descendiente de Judá (1 Cr. 4:18).
5.
Descendiente de Gad (1 Cr. 5:13).
6.
Benjamita, hijo de Elpaal (1 Cr. 8:12).
7.
Descendiente de Benjamín (1 Cr. 8:17).
8.
Otro descendiente de Benjamín, hijo de Sasac (1 Cr. 8:22, 25).
Descendientes de Heber* 2 (Nm. 26:45).
En el AT, a este idioma se lo llama "la lengua de Canaán" (Is. 19:18) o "lengua de Judá" (2 R. 18:26, 28; 2 Cr. 32:18; Neh. 13:24; Is. 36:13). Se la habló desde por lo menos los tiempos de Moisés hasta los de Nehemías. Excepto algunas porciones arameas del libro de Esdras y de Daniel y unas pocas frases en otros libros, todo el AT fue escrito originalmente en hebreo. Por mucho tiempo se sostuvo que este idioma pertenecía al grupo de las lenguas semíticas (que también incluye otras; por ejemplo, el babilónico y el asirio antiguos, y el árabe, tanto el antiguo como el moderno). Sin embargo, los descubrimientos de los textos cuneiformes de Ebla,* las Cartas de Amarna,* la Piedra Moabita* y las inscripciones de Fenicia, Edom y Amón, demostraron que el hebreo era sólo una rama de la familia cananea de lenguas semíticas, y que se distinguía de las que hablaban los fenicios, los moabitas, los amonitas o los edomitas sólo por peculiaridades de dialecto. El incidente registrado en Jue. 12:5 y 6 muestra que tales diferencias de dialecto existían inclusive entre ciertas tribus israelitas.
La pronunciación hebrea determinada por los signos vocálicos que aparecen en las biblias hebreas modernas es la de los judíos de Palestina de los ss IX y X d.C. Hasta entonces, la escritura hebrea no contenía vocales. Pero los eruditos de ese tiempo, llamados masoretas, inventaron los signos vocálicos que mostraban cómo se pronunciaba el hebreo en sus días. Sin embargo, este idioma había sufrido cambios en los 2.400 años entre Moisés y los masoretas, como ocurre con toda lengua viva con el transcurso del tiempo. Las Cartas de Amarna,* que contienen palabras y frases cananeas redactadas en la escritura silábica babilónica con vocales, han revelado la pronunciación hebrea aproximada de esas palabras en el s XIV a.C. Textos posteriores, como los Rollos del Mar Muerto, que provienen de la época de Cristo, muestran ciertas pronunciaciones en etapas evolucionadas de la historia de la lengua hebrea. Para la evolución de la escritura hebrea, véase Escritura.
Hasta el exilio babilónico, los israelitas hablaban hebreo puro. Durante él, el arameo comenzó a ejercer influencia sobre el hebreo, y después del exilio, cuando el arameo llegó a ser la lengua oficial del Imperio Persa, fue aún mayor. Finalmente, el arameo sustituyó 523
ALEFATO HEBREO
524 al hebreo hablado. Parece haber sido la lengua familiar en tiempos de cristo, como lo muestra el hecho de que los dichos de Jesús, pronunciados en la lengua materna, estén registrados en arameo en los Evangelios (Mr. 5:41; 7:34; 15:34). Sin embargo, el hebreo se seguía usando para fines literarios, como lo demuestran los rollos no bíblicos encontrados en el Mar Muerto, escritos durante los 2 últimos siglos a.C. y el s I d.C., como también la Mishná, escrita en hebreo ("hebreo mishnaico") c 200 d.C. En el tiempo de los masoretas, el hebreo evidentemente ya no era una lengua viva, lo que explica su invento de los puntos vocálicos para conservar la pronunciación. El hebreo fue, entonces, un idioma muerto, usado sólo por los eruditos y los rabinos, hasta que fue resucitado como lengua viviente por los sionistas modernos, que la han establecido como idioma oficial del Estado de Israel. El hebreo moderno usa las formas y la gramática clásicas del tiempo de Jeremías, pero emplea un gran número de palabras nuevas, necesarias por la tecnología y el estilo de vida del s XX, y una pronunciación europea moderna para evitar las consonantes laríngeas semíticas; en consecuencia, un conocimiento del hebreo bíblico no es suficiente para comprender el del Israel moderno.
Las expresiones del NT: "lengua hebrea" (Hch. 21:40; 22:2; 26:14) y "hebreo" (Lc. 23:38; Jn. 19:13, 17, 20; Ap. 9:11; 16:16) se refieren todas al idioma familiar que se hablaba en Palestina en el s I d.C., evidentemente el arameo, y no el hebreo en el sentido que entendemos hoy el término.
No es seguro si el término "hebreo" significa "uno del otro lado" o bien "perteneciente a {Eber". Ambas interpretaciones tienen sus partidarios. Que Abrahán, el antepasado de los hebreos, viniera del otro lado del río Eufrates (Gn. 11:28-32; 12:4, 5; Jos. 24:2, 3, 15) y fuera el primero en ser llamado "hebreo" en la Biblia (Gn. 14:13), parece apoyar el primer significado. Sin embargo, el cp 10:21 considera a Sem el "padre de todos los hijos de Heber", como si esos "hijos" fueran, en opinión del autor del Génesis, más importantes que sus otros descendientes. De acuerdo con 10:25, Heber tuvo 2 hijos: uno de ellos es Joctán, antepasado de todos los árabes joctanitas (vs 26-29), y el otro es su hermano mayor Peleg, ascendiente del pueblo escogido (11:6-26). Parece más razonable, por lo tanto, considerar el término {ibrî como "descendiente de {Eber", y considerar la definición "uno que vino del otro lado" sólo como coincidencia. Dicho sea de paso, el término "hebreo" ocurre con relativa poca frecuencia en el AT, y en la mayoría de los casos fue empleado por extranjeros respecto de los israelitas (Gn. 39:14, 17; 1 S. 4:6; 13:19; etc.), o por éstos al hablar de sí mismos o de su país con extranjeros (Gn. 40:15; Ex. 3:18; 7:16; etc.). Nunca se lo usó en las exhortaciones proféticas ni en la literatura poética del AT; en ambas aparece el nombre Israel centenares de veces, y a menudo se emplean como sinónimos Judá, Efraín o Samaria.
Desde el descubrimiento de las Cartas de Amarna* existe una controversia entre los eruditos acerca de si los habiru, "habiru (caravaneros)", tienen alguna relación con los hebreos. Este término se encuentra en la Mesopotamia, en textos horeos, asirios y de la Babilonia antigua; en los registros hititas del Asia Menor; en textos de Ugarit y Alalak, en el norte de Siria; en documentos egipcios encontrados en Egipto y Palestina; y en las Cartas de Amarna halladas en Egipto, pero originadas en Siria y Palestina. En ugarítico y egipcio el nombre se escribe con una p ({apiru), en vez de una b (habiru), como en acadio y hebreo. Como la b y la p a veces se usaron en forma intercambiable, los problemas lingüísticos relacionados con la identificación de los hebreos con los {apiru, o los habiru, son mínimos.
La pregunta sigue en pie: ¿Quién fue este pueblo del mundo antiguo que surgió en tantos países desde el fin del 3º milenio hasta el s XI a.C.? Algunas informaciones presentan a los habiru como esclavos, otros como mercenarios. En los textos babilónicos y horeos, particularmente, la palabra parece un sobrenombre más bien que un término étnico. Sin embargo, puede haber pocas dudas de que en algunos textos tiene esta última significación. El rey Idri-Mi de Alalakh dice que pasó 7 años como un refugiado entre los {apiru, y el rey Amenhotep II de Egipto afirma que en una campaña palestina tomó cautivos a 3.600 {apiru, junto con horeos y otros grupos étnicos. Los angustiados príncipes locales de Palestina los mencionan con frecuencia, en las Cartas de Amarna, como invasores de palestina y Siria. Si el éxodo ocurrió en el s XV a.C., como lo afirma la cronología* de este Diccionario, puede haber pocas dudas de que los habiru mencionados en esas cartas eran los hebreos bíblicos. Sin embargo, esto no identifica a todos los habiru o {apiru de los registros antiguos con los hebreos. Aunque se pueda decir que todos los hebreos de la Biblia pertenecían al grupo de los habiru o {apiru, no cabe afirmar lo inverso. Si tomamos el término 525 "hebreo" en su sentido más amplio -todos los descendientes de Heber-, incluiría a los de Joctán, Peleg, Reu, Serug, Nacor, Taré y a los hermanos de Abrahán (Gn. 10:25-29; 11:17-26). También incluiría a los hijos de Abrahán por medio de su 2ª esposa, Cetura (Gn. 25:1-5). Todos ellos podrían ser, en ese sentido, "hebreos", o habiru o {apiru, prescindiendo de la clasificación más estrecha de los descendientes de Jacob a quienes, en última instancia, se aplica en sentido más restringido el término bíblico "hebreos".
Por el tiempo en que se escribió el NT, el término "hebreo" se aplicaba a todos los judíos de Palestina cuya lengua materna era el hebreo (o más bien el arameo), a diferencia de los "helenistas", quienes eran judíos que hablaban griego (Hch. 6:1). Un "hebreo de hebreos" era un israelita puro, cuyos ambos padres, como los del apóstol Pablo, eran hebreos (Fil. 3:5; cf 2 Co. 11:22).
Bib.: ANET 247; André Parrot, Abraham et son Temps (Abrahán y sus tiempos) (Neuchatel, Delachaux y Niestlé, 1962).
Epístola anónima del NT. Los manuscritos griegos más antiguos dicen sencillamente Prós Hebráios, "A los hebreos".
La misma carta no proporciona una pista clara para identificar a su autor. Su familiaridad con la historia hebrea y su percepción acerca del significado de ella (He. 3; 4; 7:1-4, 11), su propio respeto profundo por los héroes de la fe como Abrahán (11:8-19), Moisés (3:1-5; 11:23-29) y Aarón (5:4; 7:11; 9:4), y su conocimiento íntimo de los pactos, del sacerdocio y del sistema ceremonial (cps 7-10), lo señalan como un judío educado y devoto. Por otra parte, como lo revelan los rasgos literarios de la epístola, también tenía un dominio magistral del griego. Las referencias reiteradas al ritual del templo como se realizaba en su tiempo (8:4, 5; 9:22; 10:3, 11), implican que la carta fue escrita antes de la caída de Jerusalén y la destrucción del templo en el 70 d.C. El autor aprecia plenamente el origen divino del sistema religioso judío (5:4; 8:3-5; 9:9; 10:1), pero insiste en que ahora es obsoleto e ineficaz para la salvación (4:9-11; 7:11, 18, 19; 8:6; 9:8-15; 10:1-10). A través de la epístola exalta a Cristo y supone que sus lectores también lo honran como su Señor y Maestro (1:1-9; 3:1, 6; 6:18-20; 7:22-28; 8:1, 2; 9:11, 12, 15; 10:12, 19-22; 12:2, 24). De acuerdo con esto, parecería que el autor era un judío de la diáspora, educado en Jerusalén, con un trasfondo cultural griego, que se había convertido al cristianismo y con posterioridad había renunciado al judaísmo como medio efectivo de salvación. Hasta fines del s IV d.C. había grandes diferencias de opinión sobre la identidad del escritor. Algunos sostenían que era Pablo, pero muchos favorecían a Bernabé, a Apolo, a Lucas o a Clemente de Roma. Orígenes, uno de los primeros Padres de la Iglesia (c 184-c 254 d.C.), declaró que sólo Dios conocía la identidad del autor. Como los primeros cristianos consideraban que un prerrequisito esencial para la admisión de un documento en el canon del NT era haber sido escrito por un apóstol -y como predominaba la incertidumbre sobre quién era el escritor de Hebreos-, pasaron siglos antes que la carta se aceptara como canónica. La Iglesia en Occidente permaneció con dudas por mucho tiempo. Finalmente, cuando la epístola a los Hebreos llegó a ser considerada digna de un lugar entre los libros del NT, Pablo llegó a ser aceptado por la mayoría como su autor; no tanto sobre la base de evidencias objetivas, sino, aparentemente, por una impresión general de que sólo él podía escribirla. Con la identificación razonablemente completa de los líderes de la iglesia apostólica que dan los diversos escritores del NT, un cristiano judío culto y erudito con una evidente percepción espiritual profunda -lo que evidentemente caracterizó al autor de Hebreos- difícilmente podía permanecer en la oscuridad en un momento cuando los dirigentes cristianos -especialmente los que tenían el punto de vista iluminado de pablo- eran pocos. Sólo Pablo parecía calificado para ser el autor de la carta.
La crítica moderna rechaza la autoría paulina, mayormente sobre la base de ciertas diferencias literarias entre Hebreos y las epístolas que se sabe con certeza son de su pluma. Aunque el vocabulario y el estilo de un autor puede variar al pasar de un tema a otro, tales variaciones se encuentran generalmente en las palabras y expresiones que se relacionan con su tema específico. Pero en Hebreos las palabras y expresiones comunes a todo discurso -preposiciones, conjunciones y adverbios- difieren sistemáticamente del lenguaje de las epístolas reconocidas como paulinas. Además, las numerosas y extensa citas del AT en Hebreos son virtualmente literales, tomadas de la LXX, mientras que en las cartas reconocidas como paulinas Pablo a menudo cita directamente del hebreo así como de la LXX, y a veces, aparentemente, da su propia traducción libre. La fraseología característica con que el autor de Hebreos introduce estas citas también difiere de la que Pablo empleaba comúnmente. Finalmente, la pulida retórica de 526 Hebreos y la organización clara y sistemática de su argumento difieren marcadamente del estilo corriente de pablo, con sus largas digresiones y su razonamiento enredado.
Para resumir el tema de la autoría, el punto de vista expresado en la epístola es característico y singularmente el de Pablo -como lo expresa en sus cartas a los Romanos, a los Gálatas y en otras partes-, pero el estilo no es de él. Esto sugiere la posibilidad de que el contenido de la epístola haya venido del apóstol guiado por el Espíritu Santo, pero que fuera escrita o editada por un fiel asistente -como Timoteo o Lucas- bajo su supervisión directa. Para un erudito bíblico conservador, las diferencias mecánicas de estilo son mucho menos impresionantes que la identidad del tema con el punto de vista de Pablo. Puede faltar la evidencia concluyente, pero la evidencia presuntiva está fuertemente a su favor.
La carta supone que los lectores a quienes se destinó estaban bien informados con respecto a la historia y la religión judías, estimaban muchísimo a Abrahán, a Moisés y a Aarón, y los pactos, el sacerdocio y los cultos del templo; en otras palabras, que eran judíos. Que también creían en Cristo como el Mesías, aunque no al punto de abandonar las prácticas rituales judías. Así, es evidente que Hebreos está dirigida a cristianos judíos (2:1; 3:12; 4:1, 11; 5:12; 6:6, 10; 7:14; 10:23-25, 29, 34-39) y constituye un llamado para que se vuelvan de la confianza en los ritos y las ceremonias del judaísmo a la fe en Jesucristo como un Salvador plenamente suficiente. La evidencia interna atestigua que fue escrita originalmente en griego (c 63 d.C.). Esto, más la comprobación de que la mayoría de las citas del AT son transcripciones literales de la LXX (traducción griega de uso corriente entre los judíos no palestinos), sugiere que el escritor tenía en mente a los cristianos judíos de la dispersión.
Entre los problemas que surgieron en la iglesia apostólica ninguno produjo más perplejidad que el problema del lugar de los requisitos rituales judíos en la vida del cristiano. Para los cristianos de origen judío parecía increíble que el sistema religioso hebreo, ordenado por Dios, quedara obsoleto y que sus requisitos ceremoniales no tuvieran más obligatoriedad. Con el velo del nacionalismo judío ante los ojos, dejaron de ver que el sistema ceremonial, en todo o en parte, sencillamente prefiguraba la venida del Mesías y su ministerio en favor de los pecadores, y que en él el sistema alcanzaba su culminación y fin (Ro. 10:4; 1 Co. 5:7; Col. 2:14-17; He. 7:18-25; 8; 9:11-15). El Concilio de Jerusalén ya había liberado a los conversos gentiles a la fe cristiana de los requisitos ceremoniales del judaísmo, pero su silencio con respecto al deber de los cristianos judíos en este tema implicaba que ellos todavía estaban obligados a cumplirlos. Sin embargo, un grande e influyente grupo de éstos nunca consintió en la liberación de los creyentes gentiles de los requisitos del sistema legal judío, y activamente procuraron imponer su punto de vista a los conversos de Pablo (Gá. 1:7-9; 2:4, 5, 11-14; 3:1-3; 5:7-9; 2 Ti. 1:15; etc.). Pero para pablo y quienes compartían su punto de vista, la dependencia de aquellos requisitos como medio de obtener el favor de Dios incapacitaba a los cristianos judíos para alcanzar plenamente las bendiciones de la salvación por la fe en Cristo, y para los cristianos gentiles implicaba el caer totalmente de la gracia (Gá. 5:1-4).
Aunque los destinatarios de Hebreos no lo supieran, los cultos del templo pronto iban a terminar para siempre, con el resultado de que la fe persistente en esas formas externas como esenciales para la salvación confundiría y dejaría más perplejos a quienes confiaran en ellas. En vista de los extraordinarios acontecimientos que pronto habrían de ocurrir, estos cristianos judíos debían fijar su vista en Cristo, transferir su lealtad a él como sumo sacerdote celestial, y confiar completamente en su ministerio como eficaz para la salvación, en lugar de hacerlo en un sacerdocio terrenal. Por lo tanto, el inspirado autor de Hebreos expone la verdadera relación del antiguo sistema de sacrificios con el plan de redención, y explica cómo y por qué concluyó con el gran sacrificio de Cristo en la cruz y su consiguiente consagración como sumo sacerdote. "Por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos" (He. 7:25). La carta constituye un iluminado e iluminador llamamiento -no sólo a los cristianos judíos del 1º siglo sino a todos los hombres de todos los tiempos- a dirigir la vista al cielo y a entrar plenamente en las maravillosas provisiones hechas por el perfecto y perpetuo ministerio del Señor (1:1-4; 2:14-17; 3; 4:14, 15; 6:20; 7:26, 27; 8:1, 2; 9:11-14, 24-28; 10:19-22).
El tema central de la epístola es el ministerio de Cristo desde su ascensión (2:17, 18; 3:1; 4:14-16; 6:18-20; 7:25-28; 8:1, 2; 9:11, 12,15; 10:12, 19-22; 12, 4). Los creyentes han de seguirlo por fe a los atrios celestiales donde, en su presencia, pueden encontrar reposo para el alma (4:16; 6:19, 20). Cristo es 527 presentado como el portavoz de Dios para la iglesia (1:1, 2). Es superior a los ángeles (v 4), a Abrahán (7:2, 4,17) y a Moisés (3:3). Como sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec es superior a los sacerdotes aarónicos (7:11 ) y a Leví (vs 9,10). El nuevo pacto es superior al antiguo (8:6), y el santuario celestial al que había sobre la tierra (8:1, 2; 9:8, 9); y también el ministerio de Cristo en el cielo al de Aarón y sus hijos en la tierra (7:11; 9:11 ). La sangre del salvador es infinitamente superior a la de los bueyes y cabras (9:12-15). En realidad, el sistema ritual en sí mismo y por sí mismo no valía nada (7:19; 9:9; 10: 1). Aun en los tiempos pasados los judíos que encontraron la salvación sólo pudieron alcanzarla por la fe en el Mesías prometido, todavía futuro, y en su ministerio (cp 11).
249. Una hoja del papiro Chester Beatty que contiene el final de la epístola a los Romanos y el comienzo de la epístola a los Hebreos (en griego).
Desarrollando este tema, el autor muestra cómo Cristo es igual al Padre (He.1) y expone el propósito de su misión a la tierra (cp 2). En los cps 3 y 4 repasa la historia hebrea para mostrar que, a pesar de las bondadosas promesas y la conducción divinas, el pueblo judío no entró en el reposo del alma que Dios quería que tuvieran, y puesto que los judíos como nación nunca habían disfrutado realmente de él, los de corazón leal podían lograrlo si se allegaban con firme confianza al trono de la gracia. Los cps 5-8 desarrollan el tema de la superioridad del ministerio de Cristo sobre el de Aarón, puesto que éste sólo prefiguraba el de Jesús. En los cps 9:1-10:22 el autor se refiere a la naturaleza del ministerio de Cristo explicándola en términos de los ritos del santuario terrenal, los que lo simbolizaban. Cierra esta sección enfatizando la eficacia y permanencia del sacrificio de Cristo, y apelando a sus lectores a aceptar dicho ministerio sacerdotal en su favor. Luego sigue una aplicación práctica de los principios planteados a la fe y la práctica cristianas (10:23-39). Los hijos de Dios deben ser fieles así como los grandes héroes espirituales de las edades antiguas en sus días (cps 11:1-12:2). A pesar de las pruebas, la persecución, las tentaciones y las vicisitudes de la vida diaria, los creyentes han de vivir en forma digna de su elevada vocación en Cristo Jesús (12:3-13:17). La epístola concluye con una bendición y saludos personales (13:18-25; véase CBA 6:109, 110; 7:401-408).
Bib.: EC-HE vi.25.14.
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