Un Informe del Europarlamento viola la libertad religiosa y el principio de separación Iglesia-Estado.
Si un chino de la ciudad de Wanxian, en el profundo Sichuan, leyera el Informe que aprobó el Parlamento Europeo, el 13 de marzo de 2002, sobre Mujeres y fundamentalismo, sacaría dos conclusiones: las condiciones de la mujer en Europa, impuestas por la Iglesia de Roma, son semejantes a las del régimen talibán; y la libertad religiosa en el viejo continente se rige por principios semejantes a los del régimen chino.
Estas dos ideas transmite en varios pasajes el documento, preparado por la socialista española María Izquierdo Rojo, que fue aprobado por tan sólo dos votos de diferencia (242 contra 240, y 42 abstenciones). Fue apoyado por el Partido Socialista Europeo (PSE), por los Liberales y los Verdes/ALE (Alianza Libre Europea), así como por GUE/NGL (Izquierda Unitaria Europea/Izquierda Verde Nórdica).
El documento de Izquierdo (Secretaria de Estado española para las Comunidades Autónomas de 1982 a 1987) no sólo niega el derecho fundamental de cualquier religioso a expresar opiniones sobre cuestiones políticas o simplemente públicas (violando abiertamente el Artículo 10 de la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea (UE), sobre Libertad de pensamiento, de conciencia y de religión), sino que además atenta contra el principio de la libertad religiosa, imponiendo a una Iglesia verdades ideológicas en las que tiene que creer o vivir.
El texto pide que la Iglesia católica, las ortodoxas, así como otras confesiones cristianas, cambien sus verdades de fe imponiendo el sacerdocio femenino, pues la UE «condena a los dirigentes de organizaciones religiosas y de movimientos políticos extremistas que fomentan [...] la exclusión de las mujeres de las posiciones dirigentes en la jerarquía política y religiosa». Una práctica comparada por el texto a la «discriminación racial, la xenofobia, el fanatismo».
\r\nEn otra Resolución, el Informe «pide a los Estados miembros de la Unión Europea que no reconozcan a los países en los que las mujeres no puedan adquirir plena ciudadanía o estén excluidas del Gobierno».
Basándose en esta petición, la liberal Lousewies Van der Laan consideró que la UE debería suspender sus relaciones diplomáticas con la Santa Sede, y ésta debería perder su estatuto de Observador permanente ante las Naciones Unidas.
En el primer día de debates, el 12 de marzo, los mismos aliados de Izquierdo aconsejaron quitar algunos de los párrafos del Informe que rayaban en la violación más descarada de derechos fundamentales, como el punto k, en el que se decía: «Cuando las comunidades religiosas asumen competencias pertenecientes al sector de las autoridades públicas, funcionan objetivamente contra el ordenamiento jurídico democrático existente en la UE».
Se retiró también otro enunciado en el que la comisión preparatoria pedía a Juan Pablo II y al Patriarca Teoctist de Rumanía que cambien la enseñanza moral sobre el lesbianismo. No se quiso explicar por qué no pedía lo mismo a los demás líderes religiosos (judíos, musulmanes, cristianos) que se pronuncian contra la práctica de la homosexualidad.
Sin embargo, el espíritu de estos enunciados se mantuvo y se puede constatar en numerosos apartados del Informe, como aquel que considera «lamentables las injerencias de las Iglesias y las comunidades religiosas en la vida pública».
Mario Mauro, eurodiputado del Partido Popular Europeo, en el debate sacó algunas de las consecuencias a las que lleva este tipo de enunciados: «Entonces, una Orden religiosa que dirija escuelas u hospitales, ¿atenta contra la democracia?»
En su intervención, ante el Parlamento, Izquierdo hizo un elogio de la violación de derechos religiosos fundamentales: «La religión tiene que quedarse en el campo privado». En definitiva, se puede rezar, se puede ser cristiano, pero sólo en casa o en las sacristías.
La eurodiputada Anna Karamanou, aplaudiendo a Izquierdo, insistió en el debate en las semejanzas entre el régimen talibán afgano y la Iglesia católica: «También algunas Iglesias cristianas son intolerantes: 5.000 mujeres al año en el mundo son asesinadas por delitos de honor» (¿qué tendrán que ver con ello las Iglesias cristianas, que condenan duramente estos asesinatos?)
Un mentís cualificado
Una de las críticas más claras al Informe Mujeres y fundamentalismo ha sido pronunciado por Maria Antonietta Macciocchi, en declaraciones al diario italiano Avvenire. Esta militante histórica del feminismo, elegida en Nápoles diputada del Partido Comunista Italiano en 1968, asegura que el Informe no es más que un ataque contra la Iglesia católica.
«Desde este punto de vista, podemos estar tranquilos, porque Juan Pablo II es el primer Papa que ha dicho creer en el genio de las mujeres –afirma–. Aquella frase suya incidió profundamente en los años en que la pronunció», y considera que uno de los documentos más estupendos que se han escrito sobre la dignidad de la mujer es su carta apostólica Mulieris dignitatem.
Según Macciocchi, el Informe es «un ataque directo, y ése es precisamente el objetivo del Informe. No es verdad lo que sostiene la resolución. Por lo que se refiere a las mujeres, todas las palabras que son pronunciadas por la Iglesia son palabras de comprensión, que aprecian el sacrificio, el esfuerzo y las injusticias sociales a las que son constreñidas; aparte del hecho de que la religión no se ha desarrollado nunca en un ambiente privado. Más bien es justamente este carácter suyo público el que ha contribuido a dar un carácter a la sociedad. Creo que Estrasburgo debería dedicarse a otros problemas, como los que tenemos en Italia».
El debate no fue demasiado largo, dado que el Presidente del Europarlamento trató de dar prisa a las intervenciones, pues la Cámara debía discutir sobre cuestiones serias: energía eléctrica, aerovías... En ese momento Emma Bonino, la Pasionaria del aborto en Italia, tratando de sintetizar la discusión, insistió en que lo importante era que los creyentes renuncien a toda coherencia de vida con lo que creen (sobre todo en la esfera pública).
Para nuestro chino de Wianxian no cabe la menor duda: en Europa el régimen talibán-católico ha impuesto el burka a las mujeres y China se ha convertido en un modelo insuperable de separación de Iglesia-Estado.
Más información: Declaración del Secretariado de la Comisión de Obispos de las Conferencias Episcopales de la Unión Europea de 13 de marzo de 2002.
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