jueves, 5 de mayo de 2011

La libertad religiosa retrocede en el mundo, y especialmente en Occidente



La libertad religiosa retrocede en el mundo, y especialmente en Occidente. Así lo afirma el presbítero español Pedro María Reyes Vizcaíno, autor de e-libertadreligiosa.net, una página que recoge noticias y reflexiones de todo el mundo acerca de esta cuestión.
Reyes Vizcaíno es licenciado en derecho por la Universidad Autónoma de Madrid y doctor en derecho canónico por la Universidad de Navarra. Ordenado sacerdote en 1992, actualmente reside en Argentina. Es también el autor de Ius Canonicum, una página web de consulta sobre cuestiones de Derecho Canónico.
Al margen de su actividad como canonista, se dedica a investigar sobre libertad religiosa “por propio interés”, en un campo que, en su opinión, requiere mayor atención por parte de la opinión pública. Así lo explica en esta entrevista concedida a ZENIT.
En términos generales, ¿diría usted que la libertad religiosa está retrocediendo en el mundo? ¿Qué factores están influyendo en esto?
Parece claro que en las últimas décadas estamos asistiendo a un retroceso de la libertad religiosa en el mundo. Por un lado están las persecuciones contra los cristianos, que a veces son violentísimas con muertes y expulsiones de territorios. El siglo XX se ha llamado el siglo de los mártires. Con ocasión del Gran Jubileo del año 2000, la Santa Sede reunió en un libro testimonios de personas que han padecido la muerte por su fe. Se recogió el testimonio de 12.692 personas de los cinco continentes.
Desde el año 2000 no parece que las persecuciones hayan disminuido. En octubre de 2008 la organización evangélica Release International advirtió que en 2009 habría 300 millones de cristianos que sufrirían persecución en el mundo a causa de su fe. El Nuncio de la Santa Sede ante las Naciones Unidas, Mons. Celestino Migliore, el pasado 21 de octubre dio la cifra de 200 millones.
Sin embargo existen otros atentados a la libertad religiosa más solapados, aunque no sean violentos, y ocurren en Europa Occidental. En esta región del mundo se está difundiendo una doctrina laicista radical que pretende desterrar la fe cristiana -o cualquier otra creencia religiosa- de la vida pública. En nombre del laicismo se intenta prohibir cualquier manifestación pública de fe. Se expulsan crucifijos de lugares públicos, se prohíben celebraciones religiosas en las calles, o lo que es peor, se censura la opinión de obispos con el único argumento de que es un obispo. Se ha llegado a límites que parecen ridículos, como la denuncia en la FIFA contra la selección de Brasil en julio de este año porque después de ganar un trofeo hicieron una oración de acción de gracias a Dios. O el intento en Cataluña de cambar el nombre de vacaciones de Navidad o de Semana Santa por vacaciones de invierno u otoño en este curso académico.
Tras la caída del Muro de Berlín y la libertad recobrada en los países del Este, especialmente la libertad religiosa, parecía que el sistema de libertades de Occidente se estaba consolidando. ¿No es así?
Efectivamente en 1989 el mundo entero -y Europa en particular- parecía que se despertaba de una pesadilla y amanecía a una nueva era de libertad y paz. Tuve la fortuna de vivir en Roma aquel año y recuerdo con emoción el paso de Gorbachov por la Via della Conciliazione hacia el Vaticano para entrevistarse con Juan Pablo II por primera vez. Allí estábamos centenares de personas, laicos, sacerdotes, frailes y monjas aplaudiendo al líder de la Unión Soviética como a un libertador. Quién lo hubiera dicho un año o dos antes.
Lo ocurrido en Europa Oriental es un ejemplo de que no todo ha sido negativo en los últimos decenios. En aquellos países había decenas de millones de cristianos que vivían en la Iglesia de las catacumbas y ahora pueden practicar su fe a la luz del día. Queda por delante un reto, y es conjugar la libertad religiosa con el completo desarrollo de la persona, sin caer por ejemplo en el laicismo como está ocurriendo en el resto de los países de cultura occidental.
Monje budista. China
¿De dónde surge políticamente el laicismo actual? ¿Qué pretende? ¿Por qué una de sus exigencias fundamentales en todas partes donde triunfa son los llamados "derechos sexuales y reproductivos"?

El laicismo positivo realmente tiene raíces cristianas. En una época tan temprana como el año 494 el Papa Gelasio I decía en carta al emperador Anastasio I que existen “dos poderes por los cuales este mundo es particularmente gobernado: la sagrada autoridad de los papas y el poder real”. Y le recordaba que igual que el emperador debe obedecer a los sacerdotes en cuestiones espirituales, “en asuntos que tocan a la administración de la disciplina pública, los obispos de la Iglesia, sabiendo que el imperio se te ha otorgado por la disposición divina, obedecen tus leyes para que no parezca que hay opiniones contrarias en cuestiones puramente materiales”.
Otro asunto es el origen del laicismo radical que ahora se extiende por el mundo. Sus orígenes se deben encontrar en la Ilustración y la Revolución Francesa, que miró al catolicismo como un enemigo y pretendió reorganizar la Iglesia Católica e incluso exigió a los sacerdotes un juramento de fidelidad a la nueva organización. Desde entonces, de una forma u otra, los poderes públicos han tenido demasiadas veces la tentación de intervenir en los asuntos de la Iglesia Católica. Parece que uno de los grandes deseos de los laicistas radicales es decirle a la Iglesia lo que se debe predicar en los ambones, como si las homilías o las doctrinas religiosas debieran ser aprobadas antes en los parlamentos. Es curioso que quienes se escandalizan por un Obispo que critica una ley, lo hacen en nombre de la plena autonomía del Estado y la Iglesia. No soportan que una confesión considere pecado ciertas conductas.
La insistencia en los llamados derechos reproductivos y sexuales procede de las corrientes que salieron a la luz en la revolución de mayo de 1968, el Mayo francés. Desde entonces se pretende introducir estos conceptos en el tráfico jurídico. Para ese momento estaba completo el cuadro de declaraciones internacionales de derechos humanos, con la Declaración Universal aprobada por las Naciones Unidas en 1948 en primer término. Por lo que los promotores de estos supuestos derechos lo que están intentando es redefinir el contenido de los derechos humanos de acuerdo con su prejuicio.
Desde el punto de vista de la libertad religiosa, parece claro que es una falacia que se intente limitar la libertad de los creyentes de expresar sus convicciones en asuntos de moral (que es un derecho reconocido por el art. 18 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y por todos los tratados internacionales en la materia) para tutelar un derecho que ni siquiera está reconocido.
¿Qué peso ha tenido en la Iglesia el decreto conciliar de la libertad religiosa? ¿Puede que la haya preparado para los tiempos actuales?
Pienso que la mejor respuesta la dio Joseph Ratzinger en 1965. En aquel año afirmó: “Tiempos vendrán en que el debate sobre la libertad religiosa será contado entre los acontecimientos más relevantes del Concilio (…). En este debate estaba presente en la basílica de San Pedro lo que llamamos el fin de la Edad media, más aún, de la era constantiniana. Pocas cosas de los últimos 150 años han inferido a la Iglesia tan ingente daño como la persistencia a ultranza en posiciones propias de una iglesia estatal, dejadas atrás por el curso de la historia.” (Joseph Ratzinger, Resultados y perspectivas en la Iglesia conciliar, Buenos Aires 1965).
Aún no hay perspectiva histórica para advertir la importancia del decreto Dignitatis humanae sobre libertad religiosa. Pero deseamos que tenga tanta trascendencia como se augura. Si se cumplen las expectativas, se podrá decir que con este Decreto se habrá inaugurado una nueva etapa en las relaciones entre la Iglesia y el Estado basadas en el mutuo respeto y la autonomía de ambas realidades.
Pienso que la Dignitatis Humanae contiene en realidad un reto para los católicos. En efecto, este documento conciliar además de declarar la inmunidad de coacción en materia de libertad religiosa, también proclama la obligatoriedad para cada hombre de seguir los dictados de su conciencia. Desde el momento en que los cristianos tenemos el deber de transformar cristianamente las estructuras de la sociedad -tarea peculiar de los fieles laicos- estaría fuera de lugar que delegáramos esta tarea a una institución política, sea el Estado o cualquier otra. Los Estados han de respetar la ley natural, pero somos los fieles cristianos quienes hemos de conseguir que la sociedad sea cada día más cristiana.
¿Cuáles son las agresiones más frecuentes a la libertad religiosa?
En un primer ámbito se deben citar los atentados violentos a la libertad religiosa. En los países de tradición musulmana la libertad religiosa está ausente en muchos ámbitos. Arabia Saudí es el ejemplo más lacerante porque está prohibido el culto no musulmán incluso en privado y en la intimidad del hogar. Quien tenga una cruz en su casa se arriesga a graves penas. No es un problema pequeño: algunas fuentes calculan que hay alrededor de un millón de cristianos residentes en aquel país, sobre todo filipinos y otros inmigrantes asiáticos y de Europa Oriental. En casi todos los demás países musulmanes, por presión de grupos islámicos radicales, se están aprobando leyes muy restrictivas de la libertad religiosa. En Paquistán existen leyes anti blasfemia que dejan indefensos a los cristianos ante cualquier acusación, en Argelia y Egipto hay leyes anticonversión, en Iraq están siendo expulsados del paísen Marruecos han expulsado a un grupo de cristianos evangélicos por el delito “de proselitismo religioso”, etc.
En la India los no hindúes cada vez tienen más difícil su libre desarrollo. Varios Estados han aprobado leyes anticonversión, y lo que es más grave, en el verano de 2008 grupos hindúes radicales lanzaron una violenta persecución contra los cristianos en el Estado de Orissa que dejó más de 500 muertos según algunas fuentes. Es llamativo que estos hechos apenas tengan eco en los medios de comunicación occidentales.
En China existe actualmente una Iglesia de las catacumbas, que es la Iglesia Católica fiel a Roma que no acepta a los obispos impuestos por el régimen. Además es conocido que en este país los budistas de Tibet tienen muy restringida la libertad de culto.
Hay otro ámbito en que se ha asistido a un retroceso en la libertad religiosa, y es en los países occidentales. Como ya ha quedado indicado en ellos se está difundiendo cierta mentalidad laicista que es contraria a la libertad religiosa. No me refiero al sano laicismo que propugna la separación de la Iglesia y el Estado sin mutuas injerencias y con respeto a sus respectivas funciones en la sociedad, el cual me parece encomiable. Como ha dicho Benedicto XVI, “es fundamental, por una parte, insistir en la distinción entre el ámbito político y el religioso para tutelar tanto la libertad religiosa de los ciudadanos, como la responsabilidad del Estado hacia ellos y, por otra parte, adquirir una más clara conciencia de las funciones insustituibles de la religión para la formación de las conciencias y de la contribución que puede aportar, junto a otras instancias, para la creación de un consenso ético de fondo en la sociedad” (Benedicto XVI, Discurso ante las autoridades del Estado en el Palacio del Elíseo en París, 14 de septiembre de 2008).
El laicismo radical que es contrario a la libertad religiosa pretende encerrar la fe religiosa en el ámbito privado, como si la fe no tuviera manifestaciones externas. En los países occidentales se ven ejemplos de este laicismo todos los días: por ejemplo, cuando se critica a los obispos porque dan orientaciones a los católicos sobre leyes del aborto o de matrimonios homosexuales (como si hubiera leyes que prohibiera a los obispos, y solo a ellos, opinar sobre las leyes), o cuando se pide a los ciudadanos o a los diputados que voten con independencia de sus creencias. Según el Papa, “no se puede limitar la plena garantía de la libertad religiosa al libre ejercicio del culto, sino que se ha de tener en la debida consideración la dimensión pública de la religión y, por tanto, la posibilidad de que los creyentes contribuyan la construcción del orden social” (Benedicto XVI, Discurso en la Asamblea General de las Naciones Unidas del 18 de abril de 2008).
Hablando concretamente sobre la nueva ley de libertad religiosa en España, que los católicos miran en general con recelo, ¿en qué van a cambiar las cosas?
Realmente es difícil juzgar la intención del Gobierno al anunciar esta nueva ley, pues la anunció hace más de un año y aún no se conoce el proyecto. Únicamente conocemos ciertas declaraciones vagas de la Vicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, afirmando que garantizará mejor el ejercicio de este derecho o que promoverá la sana laicidad del Estado. Estas declaraciones son lo suficientemente ambiguas como para que no sea posible emitir un juicio.
Solo ha revelado un punto concreto, y es que la nueva ley plantea retirar todos los símbolos religiosos que existan en colegios e institutos públicos, a excepción de aquéllos que tengan valor histórico o artístico. Considero una discriminación contra los cristianos esta medida, pero no es un gran cambio. Supongo que el proyecto de ley que el Gobierno está preparando tendrá reformas más importantes.
La prevista reforma de la Ley Orgánica de Libertad Religiosa de 1980 deberá tener en cuenta en cualquier caso la Constitución Española de 1978, que en su artículo 16 “garantiza la libertad ideológica, religiosa y de culto de los individuos y las comunidades sin más limitación, en sus manifestaciones, que la necesaria para el mantenimiento del orden público protegido por la ley” y ordena a los poderes públicos tener en cuenta “las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones”.
Si el Gobierno con la nueva ley realmente pretendiera desarrollar la Constitución de acuerdo con las exigencias actuales y a la luz de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, promovería el laicismo sano y limitaría el laicismo radical. Deseo que sea así, pero habrá que esperar a que se presente el proyecto para emitir un juicio.
Parece que en América Latina avanza un laicismo cada vez más agresivo, especialmente en Venezuela, Colombia etc. ¿Cuáles son sus causas?
En América Latina se desarrollan tendencias intelectuales procedentes de otros continentes, sobre todo de Europa Occidental. En términos generales el laicismo de América Latina pretende expulsar a la Iglesia Católica del ámbito público, como en el resto del mundo. Sin embargo en cada país tiene sus matices consecuencia de la peculiar historia de cada nación. No es lo mismo el laicismo de Uruguay -que hunde sus raíces en la fundación de la República- que el laicismo en Costa Rica, que proclama la religión católica como religión oficial en el artículo 75 de su Constitución.
El laicismo de Latinoamérica también tiene fuentes propias derivadas del indigenismo. Cada vez se aprecia más el legado cultural de los pueblos originarios de América y por ello se tiende a rechazar cualquier intervención cultural venida de culturas exteriores, particularmente de las naciones colonizadoras. Los indigenistas más radicales incluyen entre ellas el aporte de la evangelización. Sorprende que los mismos grupos que rechazan a la Iglesia Católica por no pertenecer al legado de los pueblos históricos, aceptan sin ningún espíritu crítico los valores que ahora se difunden desde Europa como la anticoncepción, el aborto, etc., a pesar de que con estas doctrinas se está produciendo una auténtica colonización cultural.
¿De donde partió su idea de hacer una página web sobre libertad religiosa, usted que es un canonista?
Comencé esta página web en primer lugar como una contribución para luchar contra el laicismo radical, puesto que cada vez es más agresivo. También pensé que sería una oportunidad de ayudar a tantos hermanos en la fe que actualmente están sufriendo violencia por su fe y lo soportan con gran fidelidad a Cristo. Pensé que una buena ayuda era difundir en la opinión pública esos ataques violentos.
Después de estos años me he dado cuenta de que esta motivación, que la tenía en segundo lugar, es cada vez más urgente. Dios quiera que pronto la página web se haga innecesaria porque hayan cesado las violencias por causa de la fe.

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